“Alguna de estas plantas tienen espinas, uno con el tiempo no les pone atención”, agrega Vélez mientras ordena el fruto que recolectó la semana anterior.

Hace más de 30 años, cuando las primeras casas de San Eloy estaban ubicadas en la parte alta de las lomas y sólo se sembraba en verano, un grupo de jóvenes de aquella época llegaron con la noticia de que las camaroneras de Manta, Pedernales y Cojimíes compraban a buen precio este fruto de aspecto nada peligroso, pero letal para los peces que atacaban al camarón y otros mariscos.

Búsqueda. Los recolectores conocen estratégicamente dónde se encuentran las plantas que producen estos frutos redondos del tamaño de un limón. 

Los moradores salen en busca de barbasco cada 15 días. 

Grupos de seis a ocho personas entre hombres y mujeres colocan lo recolectado en sacos. 

“Las mujeres recolectan y nosotros ponemos la fuerza”, agrega Vélez.

En esta comunidad más de 25 personas se dedican a recoger barbasco en zonas montañosas de Santa Ana, Las Coronas de Charapotó, y Río Chico.

“Aquí es una fuente de trabajo”, dice María Morales, habitante de San Eloy, quien en sus años de juventud se dedicó a este oficio.

Uso. El barbasco es un fruto utilizado frecuentemente en las camaroneras para eliminar plagas (peces como “la millonaria”).

Quienes se dedican a la compra, venta y recolección de este fruto silvestre explican que actualmente el quintal tiene un valor de 20 dólares, lo que genera fuentes de dinero extra en este sector netamente agrícola.