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¡Qué huésped!
¡Qué huésped!
Por: Walter Andrade
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Lunes 13 Julio 2015 | 04:00

N o es ninguna estrella del rock ni rey del vallenato, ni reguetonero de moda ni actor de cine que deslumbra en cada película que filma. No es un tenista que acaba de ganar un Grand Slam, ni futbolista consagrado que enloquece y cautiva con jugadas magistrales que necesariamente terminan en gol.

 No es, así mismo, un empresario famoso dueño de un conglomerado de empresas que generan miles de empleos alrededor del mundo, ni novelista mundialmente conocido por escribir con un estilo que atrapa y sobre temas que se convierten fácilmente en  éxitos de librería y rápidamente se instalan en la lista de “best- sellers” del New York Times. Tampoco es un científico que ha logrado un gran descubrimiento.  

Él, por el contrario,  es solo  un sencillo hombre de edad avanzada que sin tener ni de lejos alguna de las características como las anotadas, es capaz de conmover y movilizar a millones de personas en todo el mundo únicamente con el poder y el contenido de sus  palabras y absolutamente nada mas.

Sus palabras, entonces, se las podría asimilar a las  cinceladas del escultor más famoso que alguien se pueda imaginar, vivo o muerto,  pero que en lugar de darle forma a una piedra, de la naturaleza que sea, cincela, con seguridad y paciencia, conceptos, principios y valores  como para que cada uno de nosotros las tome como antorchas de luz de fuego inacabable y guíe nuestra existencia. A muchos, sus palabras les sonarán como música ininteligible sin efecto alguno. Sin embargo,  a diferencia de cierto tipo de música actual, usualmente con letra que nos parece sin sentido y que tiene una vida fugaz,  las palabras del Papa tendrán un horizonte de tiempo inextinguible y servirán como salvavidas cuando alguien decida adoptarlas. Estarán siempre ahí, esperando a los que quieren luz para el camino que les toca andar. Por eso es que cada frase, cada oración, por su peso especifico, por lo que implican, han tenido una acogida que ha llegado hasta las lágrimas en algunos tanto en Ecuador como en Bolivia y Paraguay. Y no solo eso, sino que su presencia representó para los países visitados -coincido totalmente con los comentaristas de una cadena de televisión  internacional- una corriente de aire fresco y puro que se lo sintió y se lo disfrutó a plenitud.  En realidad su paso por estos países, fueron días de fiesta.
Ojalá nos visite otra vez el Papa, distinguido huésped del país, para oír nuevamente su mensaje y para que recuerde a todos que existen ciertos valores que son inamovibles y que son esos, y no otros, los que permiten una vida llena de realizaciones.
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