Actualizado hace: 938 días 14 horas 21 minutos
Jaime Enrique Vélez
Mariano, la alegría del fútbol

Cuando arribó a nuestra ciudad solo trajo su morral y un dietario. Él no necesitaba tantos tereques; su verdadero equipaje era su prodigioso cerebro para jugar al fútbol y sus habilidosas piernas para driblar y anotar goles.

Martes 07 Julio 2015 | 04:00

Llegó para rebosar de gloría a esos queridos colores verde y blanco. Mariano paseó su jerarquía por las canchas del país, pero fue en nuestro estadio donde verdaderamente mostró su valía. Domingo a domingo se vivía una auténtica fiesta deportiva en el Reales Tamarindos, que atiborrado de hinchas veía caer derrotados a los más encumbrados elencos del fútbol nacional. Ése sí fue un equipo épico, de casta triunfadora, donde sus integrantes entregaban todas sus fuerzas y destrezas para lograr los lauros de la victoria. 
Había codicia por salir vencedor de la contienda, avidez por mantener a Liga en posición primera; y allí, destacó y brilló con luz propia el maestro Mariano Biondi.
Vino desde su natal Argentina, donde integró y destacó en el equipo de Independiente,  los “Diablos Rojos”, junto a otro grande como Bochini. Llegó sin mucha bulla ni prensa amarillista; es más, la ciudad no se enteró de su llegada. Supo de su presencia cuando lo vio jugar y deslumbrar. Era de porte menudo, sin poses ostentosas y de poco hablar; jugaba con piques cortos, driblaba y gambeteaba a sus rivales con facilidad y exquisitez sorprendente. No olvido todavía dos partidos de local, uno con El Nacional y el otro con el América, los dos equipos  de Quito,  ambos se jugaron bajo un torrencial aguacero. El encuentro con los “militares” se jugó en dos días; Liga ganó tres a dos a los “puros criollos” y a los “cebollitas” uno a cero, con gol del maestro Biondi.
Pero más frescos están los recuerdos de aquel partido contra Barcelona en el estadio Modelo, donde la lluvia y otros factores exógenos al fútbol conspiraron negativamente para que nuestra “Capirita”, con Mariano Biondi al frente, logre el vicecampeonato del año 1982. 
Pero como todo termina en este mundo, la vida útil de Biondi en el fútbol llegó a su término y el maestro retornó a país de origen. No se conoció de él por largos años, hasta que supe de su vuelta a nuestra ciudad. Lo encontré en la explanada del templo La Merced y entablamos una amistad muy cercana; esta fue la brillante oportunidad de conocer más de cerca, ya no al lúcido futbolista que en el ayer nos alimentó con su buen jugar sino al ser humano, al que pocos conocieron, me deslumbró su humildad, su alegría, para nuestras charlas diarias bastaba cualquier calle, nuestro querido parque Cayambe o la ya citada explanada. 
Descansa en paz recordado maestro, mientras el fútbol exista, vivirás tú eternamente.
 
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