La expectativa por el arribo del papa Francisco ha sido inmensa, pues los ecuatorianos anhelaban esta visita con las esperanzas de que traiga un mensaje de conciliación a las fuerzas antagónicas, formadas por sectores ciudadanos que se mantienen tenazmente opuestos a que el Gobierno logre la aprobación de nuevas leyes catalogadas como totalitarias, demandando cambios en la conducción del país.

Así, la comunidad ecuatoriana aspira a que la eminencia religiosa pueda inspirar y hacer reflexionar a la comunidad nacional que hay que despojarse de defectos del alma, como la prepotencia, el odio y la vanidad, para dar paso al diálogo constructivo y orientador. Si bien los mensajes del Papa son de amor y religiosidad, alejado de lo político, la Iglesia no puede aislarse de la realidad de la humanidad; y suele convertirse en mediadora para el acercamiento cuando las diferencias entre parte del pueblo y sus gobernantes amenazan con desestabilizar la paz social de una nación.

Nos unimos a esta esperanza, confiando en que Francisco pueda servir de nexo y morigerar las diferencias que mantienen a Ecuador en enfrentamientos que pueden desencadenar en violencia general.