Con la visita del papa Francisco ya a las puertas del país, el llamado al diálogo presentado por el gobierno nacional a los ecuatorianos debe tener un solo discurso.
No podrá fructificar ninguna convocatoria al entendimiento que no tenga un horizonte claro y definido, ni que guarde intenciones discriminatorias para los convocados.
Es que, mientras oficialmente se publicita que debe llegarse a las conversaciones despojados de cualquier otro sentimiento que no sean los de la cordura, el respeto y la sinceridad en los objetivos, desde la misma esfera oficial se continúa descalificando a personas, entidades y grupos políticos.
Ayer el señor presidente, en su acostumbrada sabatina, prosiguió denostando y mancillando a quienes considera sus opositores y enemigos políticos, cuando la ciudadanía esperaba un receso a sus acusaciones para acondicionar la tranquilidad que requiere la visita papal y canalizar la calma necesaria para concretar el diálogo propuesto.
Es que con agresiones verbales, al igual que con protestas callejeras violentas, no se vislumbra ninguna cercanía a la conciliación ni a un encuentro pacífico de ideas, propuestas y aspiraciones.
Llamamos, entonces, a imponer un llamado a la conciencia cívica, ciudadana, para que triunfen las buenas intenciones de lograr la paz.
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