La tarea no solo es delicada, sino que se hace necesaria para dilucidar la exigencia de los transportistas por actualizar las tarifas, pretextando el incremento de los precios de repuestos, llantas, aceite y accesorios para el mantenimiento de los vehículos.

Y por otro lado, con la población de usuarios del servicio, que estima que la atención que recibe no es de buena calidad y que la situación económica popular no es boyante, por lo que cualquier aumento tiene que ser estudiado con precisión.

En estas circunstancias, la decisión a tomar los ediles deberá ser el resultante de una trilogía de aspiraciones: las de los transportistas que piden un incremento significativo, las de los usuarios que esperan que su bolsillo no sea castigado; y las de la municipalidad, que -lógicamente– espera, analizados los pro y contras de los montos, tomar una decisión que sea considerada por las partes como adecuada y justa. 

Unimos votos por que así sea y que luego de la correspondiente socialización del resultado, su aplicación vaya de la mano con las mejoras que se requiere de los vehículos y de la cordialidad de sus conductores.