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Marco Armando Terán Mesías
El hombre, un ser social

Civismo, o educación cívica, es la forma de conducta adecuada de un ciudadano, de aquel que habita en una ciudad junto a otros ciudadanos.

Jueves 02 Julio 2015 | 04:00

 Un ciudadano es consciente de que lo es cuando con su conducta admite que existen otros ciudadanos en su entorno y se adapta al conjunto de normas que hacen posible la convivencia. El civismo es necesario par que pueda subsistir toda sociedad organizada.

Las primitivas sociedades de pastores trashumantes y de recolectores seminómadas de frutos, dieron paso progresivamente a formas de organización más estables y complejas, hasta el descubrimiento de la agricultura; y con ella el sedentarismo y la creación de grupos importantes de población y grandes ciudades. A la vez que nacían estas ciudades, fueron apareciendo instituciones políticas, administrativas, comerciales y religiosas cada vez más complejas, junto a una serie de valores sociales y materiales que permitieron hablar finalmente de civilización.
Civilización fue, a partir de entonces, modo de organización social que pasó a ser cívica y municipal, en la medida que se hizo más necesaria que nunca la cooperación y ayuda entre los humanos en la lucha por la existencia y por la adaptación en el entorno.
En las ciudades se trata de vivir con desconocidos, pero teniendo en cuenta que estos son compañeros, que dependen de nosotros y de quienes dependemos, a la vez. El civismo implica un cierto grado de abstracción, hacer algo por respeto a los demás en general, y no solo por respeto a una persona concreta que conozco y que puede ser mi amigo o un familiar. O por obediencia a un líder o superior. 
Por ello el civismo está ligado a un paso fundamental en el progreso de la humanidad.
El hombre es por naturaleza un animal social, un candidato a ciudadano de la aldea, el pueblo o la ciudad. En realidad es siempre un co-ciudadano, un ciudadano a una con los demás y gracias a las ayudas que recibe de los otros: padres, parientes, amigos, maestros, médicos, bomberos, jueces, gobernantes.
La convivencia ciudadana permite que la persona humana llegue a ser ella misma, desarrolle las condiciones innatas de alguien que siente, ama, razona y planifica.
Robinson Crusoe, el héroe de la novela de Daniel Defoe, es ciertamente admirable por la capacidad de sobrevivir por sí solo; pero si lo consigue es gracias justamente a las ideas, iniciativas y recursos que había recibido en la civilización en la que nació. 
Sin ella, el hombre retrocedería de golpe al estado salvaje, a la lucha más cruel por el alimento y la absoluta indefensión frente a las enfermedades, las epidemias y las fuerzas de la naturaleza.
 
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