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Gualaceo
Macanas, un hilado ancestral

Las macanas de José Jiménez reviven un hilado ancestral, que puede morir con él.

Domingo 07 Junio 2015 | 04:00

 
Jiménez es el único artesano de Gualaceo (cantón de Azuay) que realiza chales con elementos totalmente naturales y con la técnica del ikát o amarre. Su figura apareció entre los campos. 
Eran las 11h00 de la mañana, finalizaba su jornada agrícola y se alistaba para trabajar en la confección de las macanas, pero antes explicó el proceso de la confección de estos finos paños que engalanan la vestimenta de la chola cuencana. 
“La técnica es de la época de los cañaris, incas y españoles. Ha perdurado en el tiempo porque mis  antepasados transmitieron el hilado hasta mi generación y hoy soy el único de 11 hermanos que la mantiene. La cuna de las macanas es Bunyun, mi tierra, un pequeño sitio de Gualaceo”, así Jiménez empezó la exposición de su arte. Estas palabras se las sabe de memoria y las repite a los periodistas y turistas del mundo que llegan para conocer la elaboración de las macanas. 
Todo el proceso es natural, la cabuya obtenida de los pencos, forma el chal, mientras que los colores de los diseños nacen de la fruta del nogal y el gusano cochinilla.  
Jiménez explica el paso a paso de la confección de los paños mientras recorre cada espacio de la planta baja de su casa que es de tierra, y donde tiene una parte de su taller. Arriba está el telar de cintura al que el artesano se sujeta para empezar a tejer. Jiménez también muestra un chal que guarda como un tesoro. Se trata de una prenda que tiene 100 años de antigüedad y que usó su abuela en su matrimonio. En los extremos se puede observar el fino hilado con el que se forma el escudo del país con la frase República del Ecuador. La macana está intacta.
 
 La tradición. Cuando Jiménez se refiere a las macanas se pone nostálgico. Teme que con él muera la tradición de tejer macanas de manera natural y ancestral. 
De sus hijos, ninguno a querido seguir sus pasos. “Hubo uno que tenía interés, pero se arrepintió porque el producto es mal pagado, ya que no se reconoce el valor, sino el costo de las macanas. Aquí no hay mercado para nosotros”, dijo Jiménez. 
El artesano trabaja junto a su esposa Ana Ulloa, cuando tiene pedidos, él contrata a varias a mujeres de la zona a quienes les paga para que le ayuden y de paso les enseña, pero el conocimiento que adquieren es fugaz, porque llegan repentinamente, por eso no cree que ellas puedan continuar con la tradición que es una herencia cañari, única en el mundo. 
 
 
Una casa convertida 
en un museo
La vivienda de José Jiménez es un pequeño museo etnográfico y arqueológico. Desde que se llega se percibe un ambiente costumbristas. 
La casa está elaborada de carrizo, bambú y tierra que simula barro partido.
En las paredes de la parte de abajo del taller hay una especie de galería de objetos antiguos como lámparas, radios, teléfonos, varias figuras arqueológicas que su padre encontró mientras trabajaba en la minería y que él conserva.
También hay vasijas, cachos y medallas. 
Al frente de esta pared se encuentran las ollas de barro que fueron de sus abuelos, tienen más de 300 años de antigüedad y que aún usa para tinturar las macanas. 
 
 EL SUEÑO DE UN MUSEO. Todos estos objetos que Jiménez guarda han pasado varias generaciones y los conserva porque le gusta y no quiere dejar morir la identidad de sus antepasados. Por eso uno de sus sueños es hacer de su casa un museo con todas las de la ley. 
Este ideal lo ha va construyendo de a poco. En la planta alta ha colocado varias fotografías de la ciudad y la provincia que fueron donadas por la Prefectura del Azuay. En ellas se observa el Cuenca antiguo, la llegada del primer avión y la primera pianola a la provincia. 
 
 Las cruces. Junto a todas las reliquias, Jiménez también exhibe tres cruces de varios tamaños. En la grande hay una mano, una antorcha, una calavera, un sol y una luna. En la mediana están diseñados un sol, una luna y una gallina. La pequeña es llana. 
El artesano guarda estas cruces en su casa porque dice que ellas han visto y conocen todo lo que han vivido sus abuelos. Espera que sus hijos también las conserven.
 
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