Lo que se va no tiene retorno, morimos cualquier día del año, en cualquier momento nacemos, crecemos, reproducimos y llega la muerte.
Si el tiempo se recuperara nos volveríamos inmortales.
El tiempo y el ser humano no tienen retorno, solo lo vemos en la ciencia ficción del séptimo arte, las películas que se proyectan en los cines, televisión y el Internet, que se mezcla en el pasado, presente y futuro.
Cada día que pasa está lleno de componentes diferentes que se convierte en el pasado y presente para tener variantes en la vida.
Estas falacias del razonamiento abundan tanto en las conversaciones privadas o las comunicaciones públicas; tenemos que convertirnos en personas realistas.
Otra cosa muy diferente, sí recuperamos un objeto perdido que no sabemos en qué condiciones o estado lo encontramos. La memoria después de una amnesia, la persona desaparecida o un cadáver; lo más difícil es hacerlo con el tiempo.
Por esta razón, las cosas hay que hacerlas con la lógica y la madurez, pensando en nosotros y el resto de la gente que no sabe vivir la vida, “es un salto de la cuna al lecho de la muerte”.
Eso de pensar equivocadamente de recuperar el tiempo es una modalidad que se la aplica cuando paralizamos las actividades por los días festivos, cumpleaños y los puentes vacacionales, donde encontramos una diversidad de criterios.
Cada cabeza es un mundo de acuerdo a las conveniencias por la formación del hogar, la educación y el sistema implantado: político, jurídico, democrático y cristiano.
El tiempo siempre se va y no regresa, lo pasado es imposible que se recupere y la vida es un momento, como dice la canción; y nuestra existencia en la tierra es una rutina diaria. Al igual que vivimos controlados por el Estado, desde que nacemos. ¿Será delito decir la verdad?