Luego de encomendarse a la divina providencia mira cuidadosamente cada tabla que pisa. Un paso en falso sería fatal, mientras su manos se aferran fuertemente al único cable que le queda al viaducto.

Ella vive en el sector Nueva Esperanza y cada día debe pasar hasta Higuerón de Rocafuerte en busca de su hijo que estudia allí en la escuela.

Riesgos. La mujer señala que aunque a diario debe ejecutar esa acción que más parece de malabarista que de ciudadano del campo, tiene temor de caer en cualquier momento a las aguas del río Portoviejo que por ahora es caudaloso y profundo. “Si caigo sería mi fin” dice, por ello de regreso busca otra ruta para llegar a casa, la cual queda más lejos pero es un poco más segura, agrega.

Los habitantes de estas comunidades y de otras que pertenecen a los cantones Sucre y Portoviejo, señalan que cada día deben arriesgarse a pasar por el viaducto porque es la opción más cercana para comunicarse con sus familias, llegar a sus cultivos y a los centros educativos o de salud.

Antiguo. Luis Urdaneta, otro de los moradores, dice que el puente fue construido hace más de 40 años y era de tablas amarradas con cuerdas metálicas, pero los materiales, producto del tiempo y los inviernos fuertes, se han destruido y las tablas se han caído paulatinamente al punto de que para seguir utilizando el viaducto han debido amarrar cañas y palos, y los usuarios deben tener mucho equilibrio para no caer.

Señala que el viejo puente tiene unos 20 metros de largo y lo utilizan tanto hombres como mujeres, niños y adolescentes que van a escuelas y colegios y hasta ancianos. Los habitantes explican que si alguien no quiere utilizar este viaducto debe darse una vuelta por  el sector La Guayaba donde también hay un puente en mal estado. 

Dicen que con la creciente del río la estructura se sigue destruyendo.

Ante esa situación piden que las autoridades los atiendan y les ayuden reparando este acceso que en cualquier momento puede ser el protagonista de una desgracia, señalan.