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Tradición
El vaquero ciego

En una de tantas y tantas haciendas que hay Flavio Alfaro, se decía que existía un vaquero, que para propios y extraños daba miedo, por sus dos metros y tantos de estatura y con más de doscientas libras de peso; solamente con verlo infundía respeto y temor.

Lunes 30 Marzo 2015 | 04:00

Su patrón en él tenía confianza, para que le cuidara sus animales, porque no eran pocas, sino miles de cabeza de ganado que tenía. La gente de Flavio Alfaro se preguntaba, cómo aquel vaquero hacía para lidiar con tantos animales, si era conocido que la raza de ganado que tenían en esa hacienda era extremadamente brava, nadie se atrevía a entrar en aquellos potreros, más aún cuando conocían que aquel vaquero de corpulencia aterradora, de piel color pechiche, de brazos largos y de uñas blancas, estaba completamente ciego.
Cuando llegaban los compradores de ganado a la hacienda, sólo él se atrevía a subir el ganado a los camiones, tenía un dominio sobre ellos; otras personas de lejos se limitaban a contemplar semejante hazaña, el murmullo de la gente era notorio, algo tenía aquel vaquero, los visitantes a la hacienda decían que aquel hombre ciego era el mismo diablo, y hasta se decía que él era el semental de las vacas. Esto comentaban los moradores de Flavio Alfaro cuando se reunían por las noches, decían que lo veían transformarse en un inmenso toro negro, con cuernos que medían un metro de largo, cada uno.
También decían que lo veían caminando a lado de las vacas; el sol, de la noche, la lluvia, no lo sacaban de los potreros, donde pastaban los animales en la inmensidad de la hacienda. 
Era conocido que el mismo dueño de la tan grande propiedad le tenía miedo y respeto, porque nunca vendía un animal sin que el vaquero ciego lo autorizara.
En Flavio comentaban que, cada vez en cuando, de noche llegaba a merendar con su patrón, y en aquella casa al vaquero ciego le servían los mejores manjares y las mejores comidas.
Cierto día, un grupo de peones de la hacienda vieron al vaquero ciego junto a unos inmensos toros negros, los peones por respeto y miedo lo saludaban, él unicamente alzaba su mano.
Una vez un peón había ido por orden del patrón a llevarle un recado al vaquero ciego, que estaba al otro lado de la hacienda, cogiendo el mejor caballo y a todo galope se trasladó donde él estaba, cumpliendo lo acometido, regresó a todo galope, hasta donde su patrón; llegando a la casa grande de la hacienda, y buscando a su patrón para decirle que había cumplido con el mando, su cara se llenó de asombro, porque en la mesa sentado y comiendo con el patrón estaba el vaquero ciego.
Aquel muchacho salió de la casa todo asustado, se dirigió caminando con su caballo, adonde había un grupo de peones. Estos viendo la cara de espanto que tenía, le preguntaron qué pasaba, todo pálido respondió que acaba de ver al vaquero ciego al otro lado de la hacienda, dándole un recado, y que, para su asombro, al regresar se encuentra al vaquero ya en la casa comiendo con el patrón.
A partir de ese día con más fuerzas se lo comenzó a relacionar con el mismo diablo. 
La fama del vaquero ciego, que andaba por aquella hacienda, se propagó por todo Pescadillo, como se conocía en aquel tiempo a Flavio Alfaro.
Los días y los años pasaron, hasta que cierto día, aquel dueño de tan majestuosa haciendo amaneció muerto, todos los peones y vecinos de aquella hacienda dijeron que también vieron al vaquero ciego.
La inmensa cantidad de ganado, poco a poco, fueron vendidos por la viuda y otros desaparecieron de la noche a la mañana. Del vaquero ciego nunca más se volvió a decir nada y nadie lo volvió a ver en aquella montaña.
 
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