Las Naciones Unidas, máximo organismo de representación de la comunidad internacional, a través de múltiples manifestaciones, ha expresado su enorme preocupación por el impacto del cambio climático en los seres vivientes, por lo que pudiese ocasionar en la seguridad alimentaria y en la salubridad pública, lo cual lleva a pensar que existiría unidad de criterio respecto de las secuelas de los fenómenos atmosféricos que provoca, siendo increíble que exista una corriente científica minoritaria que niega o desconoce su existencia, dando paso a una forma de pensamiento identificada como “negacionismo”, que ha logrado congregar a personalidades políticas, artísticas y expertos, que pretende ensombrecer el consenso universal sobre sus posibles y aberrantes consecuencias.
Los criterios que esgrimen se sustentan en que, si efectivamente acontecen hechos irregulares del clima, se presentan simplemente como resultado de la propia evolución del planeta, siendo por tanto manifestaciones naturales, rechazando además de manera frontal que obedezcan al propio comportamiento humano por las actividades productivas, pero contaminantes, que provocan emisiones de gases que llevan al calentamiento global y luego a los traumatismos climáticos cuyos efectos ya se perciben en todas las regiones del mundo, especialmente en los países de reducido desarrollo, donde sus habitantes se sienten conmovidos por los intervalos de sequías e inundaciones, de modificaciones en las horas de brillo solar y en su grado de intensidad, aumento de temperatura y humedad, que frecuentemente percibimos