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En la julio jaramillo no se meten con nadie

“Cuando me quiero comer un buen ceviche lo primero que pienso es en Julio Jaramillo”, dice César Mendoza, habitante de la parroquia San Pablo.

Sábado 31 Enero 2015 | 04:00

 Mendoza hace referencia al nombre de la calle portovejense donde cada día se venden pescados frescos de todo tipo.

La vía, a un costado Mercado Barrial Uno, cuenta con más de 40 comerciantes que en locales cerrados, frágiles puestos o simplemente envueltos en periódicos de ediciones pasadas venden caritas, raspabalsas, picudo o caballitas verdes, los pescados favoritos de los comensales portovejenses.
Voces. Uno de los comerciantes es Simón Moreira, quien ha hecho de la calle Julio Jaramillo su bastión  de trabajo. “Yo no me meto con nadie y espero que nadie se meta conmigo”, dice acrecentando la versión popular de que los vendedores de mariscos en este sector no se amedrentan fácilmente. “Aquí no comemos de ninguna”, advierte Simón.
Manuel Alfredo Vera  más conocido como “El cuco” menciona que ya lleva varios años en recuperación. La última vez que lo apresaron fue cuando agarró su machete de destazar picudos y le metió dos planazos cerca de la oreja a un policía municipal que le lanzó gas lacrimógeno a la cara. Estuvo tres meses preso, pero ya todo está tranquilo mencionó. Aquí lo único que buscamos es trabajar sin meternos con nadie dice y señala que incluso ahora es retirista de Juan XXIII.
Jonathan Sánchez agrega que este tipo de negocios ha permitido que muchos hombres que antes tenían conflictos con la sociedad encuentren una oportunidad de trabajar para corregir sus destinos: menciona que algunos que no encontraron oportunidades en empresas o en la albañilería si la tuvieron en la venta de pescado que permite ganancias de hasta 200 dólares semanales. “Con esto mantenemos a nuestra familia”, dijo.
Plan. Byron Acosta, hijo de Marcos Acosta uno de los fundadores de la venta de pescado en esta calle, señala que todo ha ido cambiando para bien y que en el caso de los distribuidores grandes han logrado educar a la gente que allí trabaja para que cambien sus modos de atención y sobre todos en las normas de aseo.
La jornada en la Julio Jaramillo es intensa el trajín empieza desde las 06h00 entre los gritos de “venga venga a dólar el pilo”. 
Moreira destaca que los mejores momentos son cuando llegan chicas guapas a comprar allí les damos hasta más pescados de la cuenta, dice entre risas.
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