Todo esto hace bien al desarrollo y al progreso de todos los sectores involucrados en estos viajes, a través de las carreteras que en los últimos 30 años han venido a dar otra imagen de lo que fue un Ecuador con escasas buenas vías. No hay dudas que los tiempos han cambiado y las oportunidades han sabido ser aprovechadas para las inversiones en programas de mejoramiento vial, trayendo consigo el adelanto de los pueblos de manera general, con la incorporación de estos a las diversas actividades características del momento en que se vive, como lo es el actual siglo XXI.

Bien por todo lo que tiene que ver con estas excelentes carreteras con las que se cuentan a lo largo y ancho del país.  Pero,  lamentablemente, lo bueno por un lado trae consigo algo malo por el otro lado.  Y eso malo, es el marcado incremento de los accidentes vehiculares en las diversas carreteras de todas las regiones. Accidentes que se suceden no solamente durante los feriados en que por razones obvias se aumenta el uso vehicular en las carreteras. Accidentes que se registran durante cualquier hora del día o la noche, semana a semana, de manera especial en las madrugadas y con consecuencias alarmantes por tratarse de buses o vehículos de transportación masiva e interprovincial. 

Son diversos los factores para esos trágicos accidentes, pero gran parte de ellos se deberían al cansancio  o agotamiento de los conductores de esos vehículos. Parecería que ese agotamiento tendría que ver  con la utilización de ese chofer en exceso de horas en más de una frecuencia durante un día de trabajo. Y peor aún tratándose de un largo viaje nocturno,  como el que acaba de suceder hace 4 días en la ruta Manta – Quito,  en el que se habría dormido el conductor en esa vía  de primer orden   cerca del sector de Alóag, con un resultado fatal de 15 muertos  y 16 heridos graves. Siempre se ha dicho que es mejor prevenir que lamentar, por lo que deben tomarse medidas de precaución  regulando las horas de circulación y las horas de manejo. El cansancio es humano.