Pasé por esa mala experiencia cuando apenas empezaba a entender la vida. Y hasta ahora no logro recuperarme. 

Perder a tu padre cuando eres joven es algo muy difícil. Y lo es porque, ya no va a estar contigo la persona que se supone te debe guiar y enseñar mientras creces.  

Es un dolor eterno.  

Llegar a tu casa y no encontrar a esa persona que te daba un beso, que te felicitaba por buenas calificaciones o que te llamara la atención por haber actuado mal, duele. 

Un abrazo de mi padre me hacía fuerte. Era suficiente como para sentirme inmortal. Era como mi medicina para vivir en paz. 

Pero desde hace siete años esos abrazos sólo aparecen en mis sueños. 

Hay quienes dicen que no hay nada que nos pueda destruir más que la muerte de un ser querido, especialmente si se trata de un hijo o de los padres. 

Esas personas tienen toda la razón.