Los hombres y mujeres bondadosos, son seres magnánimos por complemento de esta admirable virtud. Ellos alegran sobremanera la vida de las demás personas; satisfacen las necesidades espirituales de los abatidos, cautivan a las personas con su carisma natural, dan significado a la existencia, ayudan a mitigar el dolor emocional, nos miran como parte esencial de sus vidas y jamás guardan resentimientos o rencores.

Los seres bondadosos, hacen de la tierra un cielo para vivir, transforman los sucesos negativos en positivos gracias a su preciosa capacidad mental de desintegrar las huellas dañinas que lo acosan. Un hombre o mujer guiados por el don de la bondad, valen por 1000 seres de “buenas y sinceras intenciones”. Los bondadosos tratan de llegar no solo a remediar situaciones de calamidad física, sino que tienen la capacidad de adentrarse al corazón mismo de quienes están agobiados por el temor, la angustia, la confusión y la desidia espiritual.

El hombre carente de bondad y justicia, pasa por este mundo terrenal viviendo bajo la mecánica de las circunstancias, limitado por el mezquino interés de pretender ser más que los otros, pensando que el sol de la creación sale únicamente para unos y no para todos, sin pensar que seremos más grandes en la medida en que aportemos concientemente al desarrollo de la justicia y la bondad en el mundo. No te conformes únicamente con alabar y ponderar a las personas buenas; resulta mucho mejor imitarlas, ser como ellas.

Ernesto Sábato, escritor, pensador y ensayista argentino, enfatiza sobre la virtud: “Dentro de la bondad se esconden todas las formas de la sabiduría. La bondad es el clima donde mejor se desenvuelven todos los derechos humanos”. Mientras Confucio decía: “Es cierto que no todas las personas pueden ser muy inteligentes, grandes o importantes, pero todas pueden ser benevolentes”.

El bien y la bondad nos permiten superar las contrariedades de la vida y transformarlas en bendiciones. Donde se encuentra una buena persona, nacen y florecen las flores de la esperanza, maduran los frutos del amor y se encienden las lámparas de la felicidad.

Nos recuerda un conocido proverbio chino: “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”. Por eso, no cabe la menor duda que es mejor ser nobles practicando el bien, que ser espabilados maliciosos.