Actualizado hace: 942 días 15 horas 37 minutos
Walter O. Andrade Castro
La venta de la monalisa

Si hubo alguna noticia que sorprendió al mundo la semana anterior fue aquella relacionada a la posibilidad de venta del cuadro de “La Geoconda”, de Leonardo da Vinci, por parte del gobierno de Francia.

Lunes 08 Septiembre 2014 | 04:00

 La Mona Lisa, como también se la conoce, es quizás la obra de arte más vista en el mundo y además la más emblemática del Museo de Louvre. Desde el siglo 16 es propiedad del estado francés y se calcula, porque jamás ha estado a la venta, que su precio actual podría llegar a mil millones de dólares. Pero vender la Mona Lisa sería algo igual a que el gobierno de EE.UU. venda la Casa Blanca o el gobierno de Perú las ruinas de Machu-Pichu. Es sencillamente inconcebible. Claro que la noticia no es oficial porque de otro modo no solo los franceses se le irían encima al Presidente Hollande sino también gran parte del mundo porque la obra de Da Vinci ya es patrimonio del mundo y parecería una locura que alguien  la tenga en la sala de su casa. 

Como se pueden imaginar nunca va a ocurrir semejante transacción porque solo pensar en esa posibilidad es un despropósito gigante, pero ¿por qué, a pesar de ser un absurdo por donde se lo mire, se especula con esta noticia, que se dio a conocer en un canal de televisión y que se esparció por el mundo? Sencillamente por las deudas del estado francés. Y como ha ocurrido históricamente con cualquier sociedad, las deudas cuando se adquieren y no se pueden amortizar obligan a incurrir en déficits que agobian y cuando llega el momento de pagarlas y no hay cómo, duelen más que la muela del juicio. En ocasiones son causas de tumultos, de angustias que llevan a la locura, a lo irracional, a los desatinos como esto de querer vender un bien invaluable. Los griegos, por ejemplo, por querer lucir como una economía poderosa, se pusieron a organizar los Juegos Olímpicos de Atenas del 2004. Costo aproximado: 25 mil millones de dólares. Un ejemplo: sólo la cúpula del estadio olímpico de Atenas, diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava, costó 130 millones de euros. Para ésta “fiesta”, los griegos no tenían plata. Resultado. Crisis monumental, protestas populares, medidas de ajuste impopulares, nuevos impuestos, entre otros.
La conclusión entonces, siempre es la misma que se viene repitiendo por años o por siglos: Si los presupuestos de gastos no se ajustan a los ingresos se lleva una vida ficticia que en algún momento se estrella con el muro de la realidad y los golpes son, en la mayoría de las veces, muy dolorosos.
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