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Libertad Regalado E.
Normar la vida de los pueblos

Cambiar las estructuras culturales, sociales, administrativas; construir pueblos sobre las cenizas de otros y en lugares desconocidos, debió ser una tarea titánica. Por encargo de los Reyes Católicos en 1501 se inicia en Hispanoamérica la construcción planificada de las ciudades, Santo Domingo sería la primera en levantarse con trazo de “damero”.

Jueves 28 Agosto 2014 | 04:00

En 1513 Pedrarias Dávila será el encargado de la colonización y poblamiento de Panamá; desde la fundación de Panamá en 1519 seguirán La Habana, Guatemala (Antigua) Campeche y después vendrá la conquista de México y de allí se dará el salto a la conquista del dorado. 
 
Fundar ciudades no era solo el trazo de calles rectas y paralelas con sus plazas, iglesias, etc., sino mucho más: crear un orden administrativo y para ello fue necesario promulgar las “Ordenanzas Generales para la vida Común de los pueblos de indios”.
Éstas se dieron el 6 de marzo de 1573, encargando de su aplicación a Francisco de Toledo.
La lectura de estas ordenanzas se vuelve interesante y necesaria para entender la dinámica de los pueblos en sus primeros momentos, en ellas se observa normas para la elección de alcaldes, regidores y oficiales de Cabildo, destacándose que las elecciones se daban todos los años y el primer día de enero; que “los caciques no pueden ser elegidos ni deben interferir en las elecciones” “ni anden procurando votos para ninguna persona (…) so pena de suspensión de los dichos oficios por un año, por cada vez que se excediera en ello”; quiere decir que el manejo de la influencia que el poder otorga, ya en esa época era mal vista; que no debe existir parentesco entre los alcaldes electos, por lo visto el nepotismo también fue prohibido desde estas épocas; “que no sean relegidos al siguiente año ni otros dos después”, importante este aspecto, la alternabilidad que deben darse en las elecciones.
Como vemos solo en estos tres aspectos, nos damos cuenta que los males que hoy siguen aquejando a la vida política de los pueblos, no son de hoy día, tienen larga data en nuestra América mestiza. En esa época el Rey pensaba que con estas ordenanzas podía “cesar los daños y agravios que recibían los naturales así de sus encomenderos y feudatarios como de todos los demás” pero además evitar que “no se introdujesen otros, de manera que viviendo en buena policía, ninguno recibiese agravio en particular”. 
Sus intenciones fueron buenas en muchos aspectos; la distorsión al momento de aplicarlas o incluso el desacato a muchas de ellas, parece que dio paso a esa costumbre de la cual aún adolecemos: desconocer la norma y hacer lo que mejor nos convenga.
 

 

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