Se podría decir que la burocracia municipal, con frecuencia perezosa y renegona cuando se trata de servir a los ciudadanos,  hoy está en movimiento, haciendo lo que ni siquiera se debería comentar: su trabajo.

Entonces así como es normal que un padre de familia lleve a su hijo al médico cuando está enfermo o lo matricule en la escuela cuando tenga edad escolar y por ello no puede ser motivo de halago alguno, análogamente pedir que alguien haga su trabajo es también lo normal. 

El mérito, en el caso del padre, estaría que el niño que se resiste por cualquier motivo a ir a la escuela, un padre consiga que asista. 

Del mismo modo, poner a todo aquel que recibe un salario municipal a justificarlo es de suyo un buen paso.

Y claro, si esta tarea no se desvía más adelante y los burócratas municipales mantienen  la ciudad como se debe, las autoridades municipales en unión de todos los concejales se pueden dedicar de lleno a sentar las bases para un crecimiento sostenido de Portoviejo. Y este es el tema que me interesa como ciudadano habitante de este cantón.  

Está muy bien por tanto, que a la ciudad se la ordene. Pero el desarrollo y la prosperidad, lo sabe nuestro alcalde, que es un técnico y un planificador calificado, tiene que ver con la inversión y con alguien o algunos que la lleven a cabo. 

Leí, hace algunos días, que el municipio había aprobado una serie de incentivos para esa inversión. Perfecto. Pero el siguiente paso debería ser, de acuerdo a mi modesto y humilde criterio, que esos incentivos no permitan que el dinero de la ciudad, se lo lleven de Portoviejo y su área de influencia. Es que eventualmente podría suceder - la historia está repleta de ejemplos– que los beneficiarios de incentivos no dejen nada donde invierten, no compren la producción local y menos aún transfieran tecnología. Este es mi temor. 

Pero el concepto de atraer inversión es el correcto. Sólo hay que perfeccionarlo.