Unos lo llaman el padre del realismo mágico, otros lo niegan, pero lo califican como su portaestandarte más brillante. Algunos lo nombran como el más lucido autor de lengua española de los tiempos modernos, pero eso sí, todos están de acuerdo en que la partida definitiva de Gabriel García Márquez deja al mundo de la Literatura un tanto desolado y a sus lectores sumidos en el dolor.
Crónicas, anécdotas y reportajes se están publicando todos los días para honrar la memoria de un escritor que va a trascender en el tiempo y a colocarse firme e inamovible en el Olimpo de esos seres inolvidables. Los críticos literarios y los que saben del autor afirman que la grandeza del escritor fue concebir un mundo fantástico al que le dio vida a través de la descripción minuciosa, alegórica, simbólica y mitológica de situaciones ordinarias de la vida, pero que escritas con tal grado de calidad, que el lector sin pensar lo imagina posible.
Aunque toda su obra cumbre, “100 Años de Soledad”, está poblada de imágenes que atrapan y que dejan al lector saboreando un banquete exquisito de armonía literaria y que es difícil, por tanto, separar los buenos pasajes de los que no lo son, algunos críticos se sienten encantados con uno: la elevación de “Remedios la Bella” “….Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que “Remedios, La Bella,” empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, La Bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella…”
Muchos, repito no estarán de acuerdo con la belleza de este pasaje. Otros quizás con este. “….. Inexplicablemente llega Rebeca, a quienes los Buendía adoptan como hija. Por desgracia, llegan también con ella la peste del insomnio y la peste del olvido causada por el insomnio. La pérdida de la memoria obliga a sus habitantes a crear un método para recordar las cosas y José Arcadio Buendía comienza a etiquetar todos los objetos para recordar sus nombres; no obstante, este método empieza a fallar cuando las personas también olvidan leer...” Esta es la maravilla de la literatura fantástica: poder inventarse cualquier cosa, hacer volar a los personajes, transformarlos en animales o crear situaciones inverosímiles.
Pero su legado más grande no es solo su obra, es haber contagiado con literatura al menos a 300 millones de personas, entre los que me cuento yo.
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