En esta temporada se multiplican los vendedores de tortas de choclo, aprovechando la cosecha de esta gramínea. Pero también están quienes ofrecen miel de abeja que toman de los apiarios que se cultivan en la zona y que venden en frascos desde 3 hasta 10 dólares; palosanto en paquetes de un dólar; además de bebidas y bocaditos.

 

AYUDA. Aura Flores es una de las vendedoras más antiguas de la zona. Se dedica a la agricultura y para equilibrar los ingresos también puso una tienda con crédito de un banco comunitario. Esta madre de ocho hijos dice que se levanta en la madrugada para abrir la tienda y vender al filo de la carretera.

También está Hugo Zambrano,  oriundo de Mejía, de Portoviejo, y habitante de Quimís desde hace 35 años. 

Señala que desde hace 40 años se dedica a la elaboración de bateas de madera al filo de la vía o por encargo. Este oficio lo heredaron sus cinco hijos.

 

ARTESANOS. Mientras talla la madera para dar forma a la batea -una especie de tina que puede ser utilizada para lavar o para majar plátano o maíz- cuenta que  vende de 3 a 4 por día y que usa zapote, madera  que le llevan de la parroquia Membrillal, de Jipijapa. 

Los desechos son para la quema de ladrillos, nada se desperdicia.

Cada batea, dependiendo del tamaño, cuesta entre 8 y 40 dólares, incluso 50 dólares la más grande.

La familia Zambrano también se dedica a la agricultura, pero este año no sembró por falta de lluvias. Complementan los ingresos con una tienda y la producción de miel de abejas. 

“Lo importante es que haya trabajo y que no falte la comida”, dice Hugo Zambrano, mientras  ágilmente usa la gubia y va dando forma a la próxima batea.

En los otros negocios la actividad se mantiene y Quimís, que hace una década era una tranquila comunidad, pone el ritmo en un día más de trabajo. Muchos turistas que van o vienen de Guayaquil paran para comprar productos en la zona.