Esta frase debe convertirse en el supremo objetivo de todas las acciones municipales. Lograr que Portoviejo sea una ciudad para vivir implica eliminar todos los males que ahora la aquejan. Hay metas que cuestan dinero alcanzarlas, pero hay otras que sólo es cuestión de una inflexible aplicación de la ley. El ruido que sobrepasa los decibeles permitidos, por ejemplo, se lo puede combatir eficazmente aplicando la correspondiente ordenanza municipal.
¿Por qué no se lo ha hecho?; ¿Sienten temor de sancionar a quienes hacen de la bocina del carro un uso irracional? Si los choferes no saben que el Art. 139 de la Ley Orgánica de Transporte Terrestre y Seguridad Vial establece que “El conductor que use inadecuadamente y reiteradamente la bocina y otros dispositivos sonoros” serán sancionados con multa equivalente al cinco por ciento de la Remuneración Básica Unificada del trabajador y reducción de 1,5 puntos en su licencia de conducir, ¡hay que sancionarlos!. Si existe esta ley, ¿por qué no se aplica? ¿Por qué no se sanciona a esos agresores que circulan en vehículos motorizados que se estacionan a la hora y en lugar que les da la gana con equipos de sonido a todo volumen?
Un segundo aspecto que destruye el buen vivir es el infernal caos en la circulación vehicular. Debe prohibirse, como existe en toda ciudad disciplinada, el tránsito de vehículos pesados en determinadas horas en el centro de la ciudad y en las zonas comerciales, impidiendo que circulen, por ejemplo, de seis de la mañana a seis de la tarde. Esta prohibición debe abarcar a los carros de las compañías de seguridad que los estacionan a cualquier hora y en media calle obstaculizando el libre flujo vehicular. ¿No contribuiría a una buena circulación una eficiente y técnica sincronización de los semáforos? ¿Por qué no concebir y construir un edificio de aparcamiento moderno de varios pisos, y así evitar la congestión vehicular en las calles estrechas de la ciudad?.
Jamás será Portoviejo una ciudad para vivir si no erradicamos la mayor lacra: La inmundicia. El mercado barrial N° 1 es el más vergonzoso monumento a la porquería. No existe un centímetro cuadrado donde no esté presente la inmundicia y la pestilencia nauseabunda. No han existido alcaldes y concejales que hayan demostrado un mínimo de decencia, un átomo de respeto y consideración para la ciudad y sus habitantes. ¡Maldita partidocracia que pariste y aupaste a tantos ineptos y corruptos!
Jeanine Spencer es una australiana que vive en los Arenales de Crucita, vigorosa e infatigable mujer que emprendió una campaña para terminar con el eviscerado de pescado en la playa, el robo de arena, la construcción de casitas y ramadas en la playa, etc… Es decir, salió en defensa del medio ambiente. Acudió a muchas hasta lograr lo propuesto. A la hora de ejecutar las acciones legales, el Municipio de Portoviejo se negó a cumplirlas. ¡Mediocres y cobardes, cuánto daño habéis irrogado a la ciudad!
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