Sin lugar a dudas, la votación de los ecuatorianos en todo el país ha sido una demostración de civismo, libertad y democracia; ha sido la manera de levantar la voz silenciosamente con su voto, para gritar que cada ciudad necesita su propio líder, su propio administrador, que se debe a una autonomía; que quieren a su Presidente, pero que también quieren sus líderes en cada ciudad y provincia; sean estos nuevos o reelectos.

Ha sido el fiel cumplimiento de diferenciar la democracia con la imposición; de decir que mientras puedas votar no se debe recibir órdenes. Y es hora también de hacer entender aquellos conceptos equivocados de pensar que hay que hacer revolución para tener democracia; por el contrario, debe tenerse democracia para hacer una revolución, puesto que solo el concepto altruista de democracia es lo que nos hace ser libres para hacer la revolución de ideas, conceptos y proyectos que permiten la transformación del Ecuador.

Como lo expresó Juan Pablo II, “La democracia necesita de la virtud, si no quiere ir contra todo lo que pretende defender y estimular”. Ese realmente ha sido el mensaje de la votación a nivel nacional; que deben mantenerse las virtudes del respeto a la libertad, la prudencia al proponer, la humildad al pedir un voto, ya que la sabiduría de cada persona está implícita en sus decisiones. Aquí no ha habido perdedores ni ganadores, ha habido un triunfador y es la democracia, la libertad, el pueblo ecuatoriano  que piensa, reflexiona y  deduce, que hoy demuestra  que el único mandante es el pueblo; que los líderes son electos para aplicar la Constitución y hacer respetar las leyes, siguiendo el modelo de libertad y democracia  principio irrenunciable de los ecuatorianos, para parar a todo aquel que quiera irse por encima de nuestras decisiones, creencias e ideas.

Bien lo dijo Simón Bolívar “Todos los pueblos del mundo que han lidiado por la libertad han exterminado al fin a sus tiranos”,  un pensamiento altivo y  de amor a su pueblo, basado en la pasión que sentía por unir a sus naciones para que estas fueran libres, con sus propios ideales, sus propias costumbres y su propia esencia. Por ello es importante que todos quienes hacemos política y amamos la democracia recordemos esta frase:“La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo” (Montesquieu)“.