Y hay que decirlo, con plenitud, porque del primitivo inicio con varios chibaletes de monotipo y una pequeña prensa de pliegos, caminó aceleradamente al futuro  a convertirse en modelo instructor de los más grandes, desarrollando plenamente la impresión indirecta y el levantamiento de textos y el diseño, por computadora.

Pero ese es el ambiente tecnológico. Yo recuerdo a Cevallitos con sus pequeñas manos ocupadas por un “componedor” en el que iba añadiendo tipos para completar palabras y frases; las manazas de Jaime Farfán, tomando bloques de monotipo para llevarlos a las formas de armar. Y Jorgito, ayudante del prensista Zambrano, que tenían el horario cambiado; despertaban a las 14h00 y se acostaban en la mañanita, al llegar a casa con el ejemplar del día, fresquito. Y recuerdo también al técnico argentino que nos enseñó a utilizar las rotativas; y, Eduardito López, metido en las primeras computadoras para experimentar el levantamiento de textos, mientras otras máquinas, las perforadoras y sus intérpretes, precursoras de la computación que redujo notablemente los talleres internos del periódico.

Es que las diferencias son enormes. Antes, los tipos se impregnaban de tinta y, si bien se los lavaba, fracciones de esa tinta pasaban al taller; las linotipo producían bloques de texto que no tenían que regresar, porque cada día el material se fundía; y después, con los papeles, no hay ninguna tinta, la que se mantiene sólo en el taller de imprimir.

Ahora, más aún, los periodistas entregan sus textos en “digital”, es decir, en lenguaje de computadora para que se entiendan con las máquinas del laboratorio. Hay levantadores de texto, únicamente para publicidad…

Hay toda la historia de todos los periódicos del mundo, resumida en estos 80 años; y como en los mejores diarios, lo invariable es la posición enérgica en defensa de la libertad, en combate abierto a la corrupción y en apoyo a los menos protegidos. Eso lo entregó don Pedro Zambrano Barcia, fundador de El Diario, a su hijo, Pedro Zambrano Izaguirre y él, también entregó a su único hijo varón, Pedro Zambrano Lapenta. En ello está el secreto del progreso de El Diario, que también opera una televisora y una radioemisora; no hay disputas de poder. Y todas esas cualidades se han vigorizado en los primeros ochenta años de El Diario, cuya fortaleza se encuentra en su credibilidad, lograda por nunca escamotear la verdad. Y cuando digo los primeros ochenta años, quiero significar la necesidad de que no haya un final en la vida del periódico, porque ha crecido lo suficiente la confianza del pueblo manabita en su contenido, que sin él, surgirían las dificultades de comunicación y comprensión que  son comunes en los pueblos que carecen de prensa propia…