Ahora no es la época de buscar excusas para justificar la negligencia ni es tampoco  para que los ciudadanos la acepten. Acaso las transformaciones del mundo se han hecho sin salvar obstáculos. Acordémonos que el Presidente de EE.UU. inició su gestión con dos monumentales problemas, que nadie los hubiera deseado: la gran crisis causada por los préstamos hipotecarios, crisis que puso a temblar el mundo y  la “administración de dos guerras”: la de Afganistán y la de Irak. ¡Qué papas más calientes! Pero el Presidente no buscó excusas para  no darle la cara a esos problemas que  obviamente no los creó. A propósito: algunos le echan la culpa a Bush y otros creen que al menos el tema de la crisis hipotecaria se incubó en los años de Bill Clinton. Obama, sin embargo, no se ha pasado los años encontrando culpables. Lo que ha hecho es “ponerle el pecho a las balas”. Después de 5 años de gobierno se puede decir que hoy la economía de EE.UU. crece y las tropas se han retirado de Irak. 

El camino, entonces, de los administradores públicos, frecuentemente está lleno de piedras grandes, medianas y pequeñas. Ellos no pueden exclamar al encontrarlas: “las piedras no nos dejan avanzar”. Los electores no eligen representantes para que se escondan de los problemas  o pasen el tiempo diciéndole a todo mundo lo difícil que es la vida con ellos. Nada de eso. Si encuentran piedras, hay que retirarlas. Así de simple. Se les otorga un mandato  para que  generen soluciones y progreso y no para que se quejen.  Sin embargo, imaginémonos por un momento que no fuera una obligación corresponder el voto de los ciudadanos, aún en ese supuesto jamás consentido, la conciencia - los que la tienen - los forzaría a pagar lo que deben. Es lo mínimo que podemos esperar.