Un reciente informe de la FAO revela un desbalance entre la oferta y demanda del producto, pues mientras los pedidos aumentan en un 10 % , la real capacidad de suministro lo hace en apenas un 2 %, atribuyendo ese desfase al deterioro por la edad de los cocos de Filipinas y otros países asiáticos, la presencia de plagas y enfermedades, estimándose por ejemplo, que las especies gigantes muy añejas producen solamente 40 unidades por año frente a las 100 de otros tiempos, que los convirtió en los principales abastecedores del mundo, que reclama de manera creciente provisión de coco para utilizarlo sea en el consumo directo de su apetitosa agua o como materia prima para la industria de jabones, cosméticos, medicinas o lubricantes. 

Adicionalmente, se ha informado que la Coca Cola ha incluido en sus planes de diversificación, el comercio de agua de coco como bebida  energizante, seduciendo a países centroamericanos y del Caribe a que emprendan la siembra de ocho millones de plantas de esta típica palmera de ambiente tropical, para suplir sus requerimientos. 

La propia Unión Europea ha financiado sendos estudios para su difusión y ampliación en las naciones centroamericanas, incluyendo compromisos de absorción de las cosechas, a precios remunerativos para los agricultores.

Es por tanto, el momento propicio para que las autoridades que tienen relación con la actividad y los organismos autónomos descentralizados con la competencia para fomentar procesos nuevos en el campo, actúen de manera inmediata, tomen los contactos internacionales, dentro del cambio de la matriz productiva que tanto se pregona, y se ejecute sin pérdida de tiempo, un verdadero proyecto de remozamiento de las aéreas cocoteras antiguas o la implantación de nuevas, utilizando variedades enanas o híbridos de altos rendimientos, con más corto período para el inicio de su recolección.