Metodología esta que ha eliminado la barrera de las distancias y que permite acceder a instancias que, en antaño, se constituían en verdaderos tabúes por lo inaccesible en que se habían constituido. En el campo de la medicina su ayuda es sorprendente, por citar solo un caso; y la transmisión inmediata de datos e imágenes abrevia lo que puede costar una vida.

Pero en el campo de la inversión pública resulta sorprendente el conocer en cifras, por decir, lo cuantioso que un gobierno aporta para tal o cual región, y la eficacia del resultado de estas ejecuciones. Y una particular investigación por esta vía permite desnudar y conocer, en muchos casos, lo alegre que resulta en este país ser beneficiario de contrataciones públicas, ahora que se está perdiendo o no se exige parámetros para establecer costos.

Cómo se ha perdido el miedo o el respeto a los ceros en el cotizar precios de inversión en obra pública, cómo resulta inoficioso, vago y sin resultados la presencia de entes fiscalizadores, miopes en determinar responsabilidades en obras incumplidas, a la vista y paciencia de todos. Cómo están reciclados en un determinado entorno, grupúsculos de consultores, contratistas y fiscalizadores, que se escriben y ellos mismos se contestan.

Y resulta admirable que este gobierno, que está radicalizando cambios en todas las aéreas del convivir social, eliminado sobre todo innegables privilegios, mantenga intocado y descontrolado este importante rubro de inversión, gravitante en el presupuesto del Estado y que en muchos y puntuales casos constituye un irrespeto a la moral y a las leyes imperantes.

Y aquí el papel de los medios de información, principalmente los privados, satanizados y perseguidos con drásticas imposiciones vía leyes o reglamentos, los que deben convertirse en una especie de defensores ciudadanos, publicitando y haciendo conocer a sus lectores, en detalle, todo el entorno de una contratación, con nombres y apellidos de los beneficiarios, contratistas, contratantes, monto de la obra, plazo de la ejecución, fiscalizador, etc.,

Y que sea la propia ciudadanía a través de estos mismos medios los que realmente fiscalicen la obra pública y sus inversiones.