La expresión nació en la ceremonia de adopción que se realizaba en Castilla, España, allá por la Edad Media. Consistía en que la persona que adoptaba hacía meter la cabeza del adoptante por la manga enorme de una camisa hasta sacársela (la cabeza, claro) por el cuello de la prenda. En “La sabiduría de las naciones”, Bastús cuenta que esta ceremonia la cumplió doña Sancha Velásquez para adoptar a Mudarra González, que a la postre devendría vengador de sus hermanos, Los Siete Infantes de Lara. Y don Gonzalo Correa la incluye (no a doña Sancha sino a la expresión) en su “Vocabulario de refranes y frases proverbiales”, un libro que data del siglo XVII, y en el cual señala que la tal ceremonia también servía para dejar simbolizado qué hijo iba a quedar como heredero. En ese caso, bien valdría meterse en camisa de once varas, si lo que se hereda no son deudas, desde luego.