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La urgencia de los tiempos
La urgencia de los tiempos
Por: Jaime Enrique Vélez

Miércoles 16 Octubre 2013 | 04:00

El tiempo es ese lapso que todos los seres humanos vivimos, espacio para unos bastante añosos y para otros prematuros y que en cualquier circunstancia le llamamos edad, que es la duración de nuestro paso por este mundo.

De hecho ese tiempo es inmemorial, espacio en el cual se ha forjado la historia universal basada en el comportamiento humano, épicas  leyendas tachonadas por conspicuos personajes nos refriegan la memoria desde nuestra escolaridad, de varios de esos protagonistas ese mismo tiempo se ha encargado de revelar que lo histórico de ellos no fue más que una burda falacia, aupada por insensatos que soslayaron la realidad de los hechos, sacrificando algo tan prístino como es la verdad.

Todas las cosas y los hombres pasamos con el tiempo: “hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de cosechar; tiempo de reír y tiempo de llorar; tiempo de abrazar y tiempo de alejarse de los abrazos; tiempo de ganar y tiempo de perder; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de odiar”... Fragmentos sacados de la escritura del Predicador, uno de los 73 libros de la Sagrada biblia   
El tiempo no es igual para todos, para muchas personas nunca les alcanza, siempre andan apurados, urgidos por el tiempo; son tan “ocupados” que no tienen por lo menos una hora semanal para agradecer al Supremo Creador por todos los bienes y gracias recibidas. Para otros seres el tiempo se enmaraña en el insondable nicho espacial, es tan lento que aniquila su vivencia; los hospitales, ancianatos y reclusorios son pruebas fehacientes  que la apatía y lo rutinario arruina. Ante ello ... “a fuego mandan tocar las campanas del olvido”
También el tiempo es la magnífica oportunidad que se tiene para lograr superarse en la vida, tener un buen trabajo, profesionalizarse, alcanzar un objetivo propositivo, lo que por añadidura nos da un bienestar familiar, sustento económico y un rédito social efectivo. 
El tiempo azuza y asusta. Cuando se es joven la frescura de esos años nos instigan a vivir con frenesí, todo lo podemos todo lo hacemos; no existe escollo insalvable para el adolescente. En lo personal, en esa etapa de mi vida caminábamos al santuario de Montecristi toda la noche y a la tarde del otro día jugábamos en la cancha del Cayambe sin cansancio alguno; ahora, con algunas décadas vividas, se siente el inalienable temor de que algo nos suceda en nuestra existencia, mucho más cuando varios de nuestros coetáneos ya no están en este mundo. El tiempo pasa, nos arruga la piel  y se nos va la vida
Ya no tornarán esas épocas en que la cruz y la espada se unían para la evangelización de los  pueblos, son viejos tiempos que no volverán: Es la urgencia de los tiempos.
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