Actualizado hace: 937 días 15 horas 53 minutos
“Celudependencia”…
“Celudependencia”…
Por: Melvyn Herrera
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Lunes 30 Septiembre 2013 | 00:00

Sin duda el progreso y la tecnología son un cuchillo de doble filo; así sucedió cuando la humanidad migró del transporte animal al mecánico y posteriormente con mucho más énfasis, cuando nuestros tranquilos y apacibles hogares fueron invadidos por la radio y especialmente por la TV.

 Recientemente ¿quién duda de la intromisión -hasta en nuestra intimidad individual- de esos portentos comunicacionales que se iniciaron con las PC, las que luego se hicieron portátiles y ahora se ha consolidado con esos aparatitos que hacen casi de todo? Son los celulares, cuya función de teléfonos ya es solo complementaria, porque más son: Cámara fotográfica, filmadora, reloj, agenda, receptor de mensajes domésticos, GPS, termómetro, brújula y terminal de computación, con todo lo que ello significa. Y lo peor es que no está solitario este artilugio, sino que es parte del trío que con las PC portátiles y las llamadas Tabletas, ciertamente están cambiando el existir humano con las facilidades de todo orden que proveen, especialmente comunicativas.

Este cambio, según muchos puntos de vista, no es solo para el bien de los usuarios, ya que se les imputa la deshumanización de las gentes, porque es una paradoja poner al distante mundo entero en las diminutas pantallas para abismalmente separarlo de sus más íntimos acompañantes, los miembros de su familia; iniciándose así la creciente incomunicación entre las parejas que son la base del hogar. Hay páginas llenas sobre este tema y ya existen libros y especialidades médicas para tratar esta verdadera enfermedad, la “celudependencia”, misma que se llega al depender de estos aparatos, siendo con mayor incidencia en las mujeres jóvenes, las que han perdido hasta su gracia al caminar, ya que  siempre lo hacen con el celular en sus manos y dedos y con su mirada fija en su pantalla; y ni que decir en las reuniones y diálogos que se quiera mantener con ellas, entre otras actitudes. Por ello, algunos jefes de hogar hemos impuesto que por lo menos en la mesa del comedor nunca aparezca un celular junto a los cubiertos con que nos servimos los alimentos y que el insufrible “chatear” se lo postergue para cualquier otro momento.

Así también, en muchas iglesias y entidades, cortésmente se solicita apagar los celulares, para no interrumpir el acto al que se asiste. Finalmente, hay que ponerles mucha  atención a las cifras que atribuyen a la falta de comunicación entre parejas, la incidencia en el creciente número de divorcios, con que la célula básica de la sociedad está siendo atacada por esta “celudependencia”, por llamarla de algún modo.
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