Era comprensible, ya que su poder comercial e industrial al largo plazo se lo estaba poniendo en un inminente riesgo de acuerdo a las perspectivas de quienes lideraron las reacciones. Aquellos que lideraron  las reacciones en Guayaquil nunca defendieron su puerto ni los intereses de ciertos empresarios. No lo hicieron porque tienen la película clarita. Ellos defendían su futuro, porque si la actividad portuaria del país concentrada en Guayaquil pasaba a otra localidad fuera del Guayas (ya sea Santa Elena o Manabí) marcaría el principio del fin de su casi monopolístico poder industrial y comercial. Guayaquil sabe que la industria y el comercio siempre siguen y se asientan a los alrededores de puertos que les brinden las mejores ventajas competitivas para importar, exportar y distribuir sus productos y servicios. El puerto es un imán de inversiones y desarrollo. Lo mismo pasó en Panamá, Buenos Aires, Callao, Hong Kong, Singapur, Rotterdam y tantos otros. La diferencia es que ahora Guayaquil ya no le puede ofrecer más calado a los buques que entran fácilmente en esos otros puertos. Esos puertos gozan de calados superiores a 13 metros.  Y es ahí donde Guayas tiene su plan B que se llama Posorja..

Manabita soy, y sabiendo que el desarrollo de un puerto en Posorja debilitaría el éxito de uno en Manta, no me queda otra que aceptar y alegrarme por Guayaquil, pero al mismo tiempo lleno de esperanzas y confianza de que Manabí saldrá adelante de una u otra manera con el mismo liderazgo y altivez de nuestra hermana provincia del Guayas. 

Lo único que esperamos del Gobierno es que sean justos con nuestras aspiraciones y ayuden a crear el entorno para poder desarrollarnos con proyectos viables y sustentables al largo plazo.