Ya eran los últimos años del paso del ferrocarril entre Portoviejo y Santa Ana, cuyos rieles fueron reemplazados por la actual carretera, en el mismo trazado.
Cedeño no olvida el inconfundible pito del ferrocarril a lo lejos, que era el impulso para huir por el hueco en la pared de la escuela, para alcanzarlo en La Mocora.
Cedeño rememora que habían tres estaciones: en Andrés de Vera (donde ahora está el Cuerpo de Bomberos), en Lodana y Santa Ana; entonces, en Colón “había que lanzarse al vuelo” mientras la máquina avanzaba a 20 kilómetros por hora, por lo que se ensuciaban de la tierra floja junto a los rieles.
Había dos máquinas, explica. A una le decían el tren, para la carga, y al otro el ferrocarril propiamente, para pasajeros; no obstante, para la conciencia colectiva de los manabitas que vivieron estos tiempos son los memorables “carriles”.
En esta zona central la ruta avanzaba desde Santa Ana hasta Manta, pasando por Portoviejo y Montecristi. Nació impulsada por Eloy Alfaro tras saberse que los ingleses estaban interesados en la tagua producida en la zona, y la exportación era buen negocio, además de cacao, café y palma real.
El historiador Jaime Cedeño Saltos indica que el proceso de ferrocarriles en Manabí empezó desde 1905, y la primera ruta construida fue Chone-Canuto-Calceta-Tosagua-Bahía, por la compañía francesa Chemins De Fer L`Équateur, y luego la Santa Ana-Manta, por la compañía Central Railway of Ecuador Limited.
Según otros datos, la locomotora, bautizada "Manuel Córdova", llegó a Portoviejo el 13 de abril de 1913.
Antes el ferrocarril había llegado a Montecristi el 15 de agosto de 1912, y después a Santa Ana, el 9 de julio de 1914. La ruta existió hasta 1946.
En sí, dejó progreso y hasta matrimonios, enfatiza Vicente Cedeño. Los maquinistas Verísimo Cevallos y Carlos Vanoni se casaron con las colonenses Rosalía Macías y Dolores Fernández, , respectivamente, en torno al pito del ferrocarril, que aquella vez llamó al amor.