El papá de Nancy era oriundo de Ambato y llegó a Santo Domingo allá por los años 50. Él formaba parte de los cerca de 20 comerciantes que existían en ese entonces en esta peatonal. 

Nancy, quien heredó el local de venta de maletas que tenía su padre, ya fallecido, explica que la 3 de Julio empieza en lo que anteriormente era parte de la calle Tulcán y hoy es el edificio municipal y termina en la calle San Miguel, donde en 1930 se ubicaba el cementerio de la ciudad. 

Según ella, hace 28 años, cuando hubo un “explosivo” crecimiento de la población, empezó el “boom” del comercio informal en el lugar y también empezaron los problemas. “Los comerciantes peleaban el espacio para exhibir sus productos, mientras que los propietarios de las casas que habían en el lugar, peleaban porque las veredas fueran despejadas”, sostiene.  

Hoy la mujer afirma que todo negocio que se ubique en la zona sobresale por la cantidad de gente que llega.  Ahí se encuentra desde un alfiler hasta una nevera. Hay precios para todos los gustos y la mayoría de personas que llegan son de clase media hacia abajo. “Esta zona es la del pueblo”, sostienen con seguridad quienes ahí ubican sus negocios.  

En el 2011 se realizó un censo del comercio autónomo en Santo Domingo. El estudio se lo hizo desde la calle Tulcán (bajos del Municipio) hasta la San Miguel, el mismo determinó que en la peatonal existen 1.200 comerciantes, 1.100 de ellos se encuentran agrupados en 24 asociaciones.   

El 39 por ciento se dedica a la venta de ropa, siendo ésta una de la actividad más importantes del lugar, seguida por la venta de calzado en un 14 por ciento. 

Y donde hay comercio hay dinero. 

Xavier  Loayza, principal del departamento de Comercio Autónomo del Municipio, indicó que diariamente un comerciante informal de la zona obtiene un ingreso, aproximado, de 100 dólares. Lo que quiere decir que el movimiento económico de la peatonal es de más de 100 mil dólares diarios. 

Un comerciante autónomo de la peatonal invierte, aproximadamente, 1.000 dólares mensuales en ropa, 1.500 en zapatos, y 500 en artículos de bazar.

Patricio Velasco, sociólogo, indicó que lo que en 1948 era un barrio tranquilo y lleno de vida, hoy está invadido de ropa, zapatos, comida, electrodomésticos, entre otras cosas.Según Velasco, la avenida, en un principio, fue construida como un atractivo familiar, tenía adoquines de color amarillo, estaba rodeada de  lámparas fluorescentes, “en sí un espacio agradable para paseos nocturnos con bancas a los lados. Hoy ya no es nada de eso”,  informó.