Sara no se llama Sara, pero con la condición de que no se publicara su verdadero nombre accedió a hablar sobre su vida, la que se convirtió en un “infierno” desde que conoció a quien actualmente es su ex pareja.   

Tiene 25 años, pero los golpes que le ha dado la vida, la han envejecido. Es madre de un hijo, fruto del amor que algún día tuvo con Fernando, su anterior conviviente. De él se separó porque “no soportaba  más sus maltratos”.

Sara llegó ayer desde muy temprano hasta la única Comisaría de la Mujer y la Familia de Santo Domingo, en el lugar, varias mujeres lucen golpes y tienen en su mirada más de un dolor.

Algunas de ellas, a la hora de presentar su denuncia, no pueden contener las lágrimas, mientras describen como fueron maltratadas por sus parejas. Muchas son acompañadas por sus pequeños hijos, que también lloran cuando ven a sus madres tristes.

Sara es una de ellas, en una de sus piernas sostiene a su pequeño a quien trata de calmarle el llanto ventilándolo con una carpeta donde guarda las pruebas de la agresión de la que fue víctima por parte de Fernando. 

La mujer dice que su ex pareja la golpeaba frecuentemente. “Todo le molestaba cuando llegaba a la casa, la comida, mi ropa o el llanto de mi hijo, encontraba cualquier motivo con tal de golpearme”, dice. 

El domingo la mujer se cansó de tanto maltrato. Su esposo llegó borracho y trató de ahorcarla. “Yo pensé lo peor”, asegura.  

Se salvó porque su madre llegó justo cuando le estaba faltando el aire. “De no ser por ella, yo estaría muerta”, indica mientras se seca las lágrimas con un pañuelo amarillo. 

El caso de Sara se puede decir que tuvo un “final feliz” ella decidió dejar la casa que compartía con Fernando y desde aquel domingo gris vive en la vivienda de su madre. “No quiero saber nada de él porque yo sé que la próxima vez sí me va a matar”, indica.

El caso de Sara no es aislado, cada año se presentan alrededor de 3.400 denuncias de mujeres maltratadas por sus parejas en la Comisaría de la Mujer y la Familia, ubicada en la calle Río Zamora y Tsáchila.  

La semana pasada Gloria Molina fue asesinada de cuatro puñaladas supuestamente por su conviviente.

La historia de Gloria también está acompañada del alcohol, los golpes y las continuas agresiones que presuntamente recibió de José Peñafiel, su esposo. Ambos estuvieron unidos 35 años. 

Según los familiares, el año pasado Gloria denunció a su esposo en la comisaría, lo que obtuvo fue una boleta de auxilio, la que utilizó una sola vez. Gloria logró encarcelar a su esposo, pero la prisión duró pocos días  porque decidió perdonarlo y volver con él. La historia de esta pareja terminó en desgracia. 

El caso de Gloria será tratado por la justicia como un homicidio cualquiera, debido a que en el Código Penal la figura de femicidio no existe. 

Desde hace algunas semanas en el país se discute la  tipificación del femicidio como delito en el Código Penal.

Quien asesine a una mujer puede ser sentenciado con 35 años de prisión.   

Dentro de un estudio sobre el femicidio íntimo realizado por Patricia Reyes Peña, denominado “Las Rutas de la Impunidad”, se señala que: “el femicidio se refiere a homicidios de mujeres por el hecho de ser mujer. El asesinato de mujeres por hombres motivado por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia la mujer”. En el mismo informe se determina que estos delitos en su mayoría se dan de manera planificada, premeditada, con crueldad y ensañamiento. 

En 2010, la Comisión de Transición hacia el Consejo de las Mujeres y la Igualdad de Género realizó una investigación en cuatro ciudades del Ecuador: Quito, Guayaquil, Portoviejo y Esmeraldas, donde analizó 170 homicidios registrados. 

De los 170 crímenes, un 77 por ciento fueron femicidios, según la investigación “Las Rutas de la Impunidad”.