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Nuestra cotidianidad
Nuestra cotidianidad
Por: Jaime Enrique Vélez

Jueves 14 Marzo 2013 | 00:00

"Desde el albor de un nuevo día empieza a trajinar por la ciudad, presuroso se moviliza en carro, moto, triciclo o bicicleta, lo importante es llegar y cumplir óptimamente su faena; mercados, unidades educativas, oficinas, comercios formales e informales entre otras tareas son su destino, derrotero trazado con el regocijo que siempre genera el trabajo altivo y honrado, acompañado de un tararear acompasado o de un silbido agudo dedicado al ser amado.

A media mañana degusta  un aperitivo, una guata, un ceviche, un encebollado o cualquier otro bocado; conversador de esquinas para enterarse de los últimos acontecimientos, o para mostrar su alegría porque su equipo preferido ganó, y el de su contrario perdió; deportista a tiempo completo, se reúnen en grupos para disfrutar un buen partido cargado de muchos goles, para después entre risas y cervezas analizar detalladamente las jugadas;  alegre, dicharachero, solidario,   pachanguero y vacilador, son las características más notorias  del cotidiano portovejense, rasgos que lo distinguen de los otros. 
Los parques de la ciudad, el Cayambe, Mamey, Forestal, Eloy Alfaro y  el Central se han convertido en un referente y aglutinador  de personas con diferentes talantes pero con una sola meta: trabajar decididamente por el progreso real de la capital manabita, despertando de este letargo que por siempre nos ha mantenido oprimidos ante el poder central que nos aprensa, quitándonos nuestros medios para poder desarrollarnos de manera veraz y así hacernos  un pueblo feraz  y no nutriendo  economías  afuereñas, y nos llamen peyorativamente “ mantenidos”     
Acostumbrado a vivir en una ciudad con múltiples necesidades básicas donde el agua potable no es tal y escasea, donde la insalubridad ambiental campea, donde construir sobre las colinas y en el cauce del  río es un verdadero festín, donde el tránsito vehicular es un problema sin fin;  y los problemas  sociales cada día  se incrementan abrumadoramente, pese a todas estas falencias, luchamos solidaria y denostadamente para que estos vicios no puedan percudir y maltraten el imaginario y la lustrosa historia de nuestra bizarra Portoviejo, ciudad centenaria y cosmopolita.
Nuestra cuna, la ciudad de Pacheco, acaba de estar de cumpleaños, no importa cuántos cumplió, lo que debe interesarnos es que a pesar de faltarle 22 años para llegar a los 500, siempre debe ser ese árbol frondoso que acoge a todos sus hijos, muchos de ellos se fueron, pero unos regresaron para quedarse y los otros recuerdan el pretérito añorando volver a su lar montubio, a este Portoviejo de las colinas sempiternas, de su río encantador, de su gente amable, de esta ciudad tan nuestra, feudo familiar y atávico, en la cual el Creador puso todo su amor para hacerla tan bella. 
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