Regresaba de una jornada laboral más y fui secuestrada por tres sujetos en los famosos “secuestros express”. Express por lo rápido, entiendo que por eso. Sin embargo, el tiempo que transcurre es eterno. ¿Qué pensamientos atravesaban en mi mente? Pocos, poquísimos, sólo la vida, la familia y los amigos. Debía estar serena para tantas preguntas y tanta humillación, que la reacción a eso importaba menos, sólo la vida importaba. Aferrada a la vida sin dilaciones, sólo con firmeza y tranquilidad.

Lo que tenía era lo que les importaba a ellos, lo material. Seguramente se han acostumbrado a tener mucho y no tener nada.  Ellos no tienen tranquilidad, tampoco sosiego, deben vivir en armonía con el odio, con la intranquilidad, con el desprecio a la gente, con gritar, con sentirse dueños del momento. En resumen, son los héroes del miedo que “infunden”, son los “patrones” del secuestro.
La calma retorna después de haberlos complacido, a lo mejor se fueron felices con lo que obtuvieron. Sigo unida a la vida, a la familia, a los amigos, a la jornada diaria, al trabajo productivo, al deporte, a los planes por cumplir, a los sueños por realizar, a la alegría. Ellos estarán unidos a la culpa, al ejército de los despreciados por la sociedad, al sobresalto, a mendigar, si son aprehendidos, una sanción leve o quizás el perdón.
Gracias a la vida por haberme enseñado a quererla, a respetarla, a compartirla con nobleza, a reproducirla con amor, a cultivarla con esfuerzo, a entregarle lo mejor de mí. Gracias a la vida por enseñarme a equivocarme, a rectificar, a avanzar, a pensar, y a amar.
Gracias Vida Gracias!...<