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AÚN ESTÁS A TIEMPO..
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Por: Fernando Naranjo-Villacís | [email protected]

Viernes 27 Enero 2012 | 00:00

Me resulta gracioso por decir lo menos, encontrarme con personas que tienen la habilidad de expresar sus criterios para cambiar todo aquello que según ellos está mal, ya sea en la institución a la que pertenecen, en su comunidad, el país o el planeta…y hablan, hablan… bla,bla,bla… Pues buenas son las intenciones, muchos los argumentos, pero ahí queda todo… en intenciones y por eso el mundo no cambia, por la parálisis de buenas acciones…

Hace algunos años, al visitar un anticuario, quedé gratamente impresionado por tantos objetos hermosos, de gran valor artístico… -refiero esto para llegar al tema-, había en la antesala un letrerito que decía: “A mí no me den consejos, yo sé equivocarme solo..”  Me pareció además de graciosa, magnífica y oportuna la inteligente sentencia.
Conozco y he tratado a cantidad de personas, versadas en dar consejos, en observar todo aquello que no está bien, son los típicos expertos que llegan a última hora a ojear y fijarse en las imperfecciones para dar su “ilustrada” opinión… ya sea de cómo vistes, cómo luce tu casa, cómo está organizado tal o cual evento, cómo encontraste el pueblo, el país o el planeta… son experimentados visionarios.
Hago esta breve semblanza, para llegar a lo fundamental de esta reflexión. Debemos aprender a ser observadores,  críticos severos, pero.., de nosotros mismos, pues, si queremos que algo cambie… ese cambio debe comenzar en alguien y ese alguien soy yo, es usted. Efectuar un pequeño ejercicio para salir de nuestra masa corporal y ubicarnos frente a nosotros, mirarnos y apreciar lo que está bien, igual para regañarnos por lo que no está bien, por aquello que hemos hecho mal, por el mal comportamiento, la actitud injusta, o el acto incorrecto. Este es el mayor componente del cambio y debe darse en primer término hacia nuestro interior.
No esperar a que venga “el experto” a escarbar aquello que “no está bien”.  Vamos a ser nosotros mismos los encargados de hacer la autovaloración, el autoanálisis. Observar nuestra condición de humanos y domesticar ese ego que en muchos casos por estar demasiado alimentado, sobredimensionado, pretende confundirnos para vernos como alguien totalmente extraño a nuestro yo auténtico.
Cuando hacemos este ejercicio, logramos cargarnos de realidades que nos darán fuerzas suficientes para eliminar la pesada carga del “qué dirán..?” que nos confunde y nos crea una esfera de inseguridad, desdicha y temor.

Al cambiar nuestra actitud, logramos cambiar positivamente nuestro entorno. Nuestra familia crecerá con amor, con valores fortalecidos por la certeza de que somos buenas personas, útiles, capaces, inteligentes, ordenados, responsables. Una familia de esta manera unida, tendrá el vigor suficiente para encarar los retos del futuro, tendrá la templanza necesaria para salir adelante con dignidad y seguridad. Ese es el cambio que necesitamos, casa adentro, para ser mejores personas, ciudadanos responsables, capaces de alcanzar los más altos objetivos personales y profesionales. 

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