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…y el diablo los junta
…y el diablo los junta
Por: Luis Herrería
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Sábado 07 Enero 2012 | 00:00

Hay etapas en la historia donde confluyen personajes que semejan un aquelarre, con identidades en sus visiones gubernamentales, utilizando siempre discursos vocingleros y fraudulentos, en los que ofrecen paraísos de fanfarronería que concitan la atención de gentes desesperadas.

 

Fue así que en el siglo XX, a finales de la primera década, exactamente en 1917, se produce la revolución bolchevique de los Lenin y Stalin, a nombre de la dictadura del proletariado, en que encontraron los pretextos suficientes para crear los “gulags”, lugares que proliferaron en la extinta Unión Soviética, que sirvieron para encarcelar a millones de prisioneros políticos del régimen autocrático, quienes eran condenados a trabajos forzados, interrogatorios salvajes y exilios perpetuos. Todo ello para elevar a categoría de dogma los postulados de los nuevos zares. 
A comienzos de la década de los veinte, un presumido Benito Mussolini, surgido del Partido Socialista Italiano, promovió el fascismo en su tierra natal, donde estableció un régimen personal que secuestró todo rastro de prensa independiente, ya que toda la  institucionalidad del Estado solo podía estar en manos del “Duce”.
Desde 1933 hasta 1945 se entronizó en Alemania el gobierno del partido nazi, como único representante de ese pueblo, teniendo de caudillo a un megalómano como Adolfo Hitler, quien con el emblema de un “Nuevo orden” bañó de sangre a millones de seres de los cinco continentes.
Hoy, a comienzos del siglo XXI, en América Latina encontramos dirigentes sin un ápice de escrúpulos, que cabalgando cual jinetes del apocalipsis en los recursos naturales de sus países  y desgañitándose con falsos providencialismos, intentan someter todo resquicio de libertad.
Un agónico patriarca del terror como Fidel Castro, pero con arrestos suficientes para utilizar a sus marionetas, quienes tienen la infame misión de concluir su nefanda obra, cual es someter a los pueblos mediante la opresión física y psicológica, ejercida a través de un libreto de promesas demagógicas y obras de relumbrón que mantengan anestesiadas a las víctimas de un plan diabólico urdido desde el Foro de Sao Paulo de 1990.
Todo y nada se puede hacer ante las bellaquerías cometidas en contra de pueblos irredentos. Cuando decimos todo, nos referimos a las protestas de los movimientos sociales, que no solo por su número, sino también por su organización, están en capacidad de enfrentar la felonía de sus verdugos.
Nada significa soportar los resultados desastrosos que durante años han permitido los opositores que se han  mostrado timoratos y desfasados.
No podemos esperar que a la América mestiza de este siglo le ocurra lo que a la Europa del siglo XX, porque el totalitarismo no es simplemente una forma de gobierno, sino una forma de Estado no democrático, en donde existe una negación de la libertad y los derechos del hombre.
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