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Museo Cancebí
Museo Cancebí
Por: Rosa Dalia Cevallos

Sábado 12 Noviembre 2011 | 00:00

Siete mil visitantes en el primer año de funcionamiento del museo Etnográfico Cancebí de Manta son un galardón a la idea surgida hace largo tiempo, tras cuya anuencia el Municipio compró a la AGD la casa construída en 1918, muy cerca del actual Palacio Municipal, que no existía en ese entonces.


Jacqueline Simon de Munizaga  logró  que el alcalde Jorge Zambrano  iniciara el proyecto  de restauración de la casona donde funcionaron la  Casa Azúa, el hotel  Midland, luego el  Aragón, años más tarde,   Aragonés.   El     INPC y el  Mipro acogieron e   impulsaron el proyecto.  La terminación,  implementación y apertura  la hizo el burgomaestre Jaime Estrada.
Jacqueline, nacida en Francia y desde muy pequeña afincada en Quito, arribó a Manta hace  tres décadas,  portando un  bagaje que le había sido útil para la guianza turística,  oficio que combinaba con las artes plásticas -causa  del abandono a  la profesión  de Tecnóloga  Médica- centrándose en el puntillismo en  tinta china,  que  le quita  la respiración mientras trabaja. Con el paso de los años evolucionan  sus conceptos, trascendiendo la naturaleza y las casitas de caña. Refleja  en su obra gran  familiaridad con la arqueología, adquirida en su trayectoria por  los museos del Banco Central.  
Haciendo memoria, el Museo Arqueológico de Manta funcionó en el Municipio hasta que  el alcalde Loor requirió el espacio, resignándose su directora a esperar que estuviera lista la nueva edificación inaugurada en 1993 y que administró por largo trecho.  Uno de sus mayores logros  fue la organización de los ceramistas de La Pila,  a quienes incentivó a realizar creaciones costumbristas,  en vez de  reproducir solamente los objetos prehispánicos, aquellos “mocarros” que vendían a los extranjeros.
Jacqueline disimula bien  la satisfacción  que debe sentir al  haber participado en la fundación del Museo Arqueológico del Banco Central, ahora en manos del  Ministerio de Cultura,  y a la creación del Museo Etnográfico Cancebí.
A propósito, habría sido óptimo que el museo de Ciudad Alfaro no repitiera el nombre Cancebí, pues ya existía otro museo con el mismo apelativo,  apenas  a  once kilómetros de distancia, esto trae confusión entre posibles visitantes.
Jacqueline, tanto o más amante que los propios de la campiña, ha contribuído a perennizar en objetos e imágenes las tradiciones  de campesinos y pescadores. Y no por ello ha dejado de promover a los artistas de vanguardia en múltiples exposiciones a través de los años, con la mayor generosidad, pues es casi imposible  oírle  un denuesto  contra  un artista o  tendencia, ni olvida jamás las más modestas colaboraciones a su reconocida labor cultural.. <
 

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