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Larry Clinton Bowen Roldán
¿Y el no matarás?

“El hombre es un gorila con un fusil”, “por instinto nos hacemos la guerra”, “el hombre tiene que defenderse”, “el hombre es un ser violento”; éstas y otras frases suenan a diario por las calles, en los trabajos y en cualquier lugar y país.

Miércoles 20 Diciembre 2006 | 21:17

Pero también el mundo ha escuchado frases como: “han oído… no matarás… pero yo les digo todo aquel que se encolerice con su hermano, será reo ante el tribunal”; “Han oído… ojo por ojo… yo les digo amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen” “sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso”. Éstas no se dicen por allí, éstas son del más grande de los hombres, el hijo de Dios, Jesús de Nazareth. Estas frases nos vienen muy bien para que aprendamos a medir la distancia que existe entre nuestras categorías mentales y nuestra vida de cristianos y el evangelio. A la luz de esta preciosa lección del maestro, era lógico esperar que la cuestión de la violencia y de la guerra se hubiera resuelto para siempre. Sin embargo, después de dos mil años la discusión continúa abierta; aclaraciones, posturas ambiguas, vacilaciones, astucias diplomáticas, compromisos. Continuamos balanceándonos como borrachos entre el concepto de guerra justa e injusta, entre agresión y defensa. Hay quien llega incluso a permitirse frases de humor sobre las palabras de Cristo. No hace mucho, en una publicación que se gloria de defender la “civilización cristiana”, comentando el conflicto entre árabes y judíos, un “moralista”, conocido por su presunción de mosca inquieta, se encargaba de tranquilizar así la conciencia cristiana: Dice el muy “ilustrado” que Jesús nos dijo que mostráramos la otra mejilla a quienes nos abofetean la una, y continúa diciendo que Cristo nos enseñó a poner la otra mejilla, pero no la tercera mejilla. Confío en que el señor le perdonará esta tontería ridícula. Pero ahí quedan los tremendos resultados. Con esos “peros” que nos hemos apresurado a colgar junto al categórico “no matar” hemos dado paso oficial a miles de carniceros. Sino preguntémoslo a los abortistas. Los cristianos, con esta detalladísima casuística de que hacen gala los manuales de teología moral, han aprendido estupendamente a clasificar los pecados en todas sus especies y detalles. Incluso algunos gritando por las esquinas de las plazas a la hora de salir en defensa de la vida se callan y ni siquiera pestañean, porque aunque leen la Sagrada Escritura, suelen ser torpes o reticentes cuando se trata de denunciar abiertamente el delito de Caín. Y la sangre continúa vertiéndose día tras día. Mientras tanto, esos teólogos que han redactado un maravilloso reglamento sobre el uso de los trajes, que si va más debajo de la rodilla, que si usan aretes o no, que si se debe fumar o tomar café y otras cosas sin importancia, no han sabido encontrar un tiempo mejor empleado para esclarecer unos principios con fuerza suficiente para poner en crisis la violencia. El mundo ya no sabe qué hacer con nuestras formulaciones confusas, con nuestras justificaciones rebuscadas. Y sigue esperando una palabra clara. Palabra que en boca de cristianos no puede ser otra que “no matarás”. * El autor de la nota es sacerdote católico
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