El país está preso, también, de pseudos filósofos e intelectuales de izquierda, que agrupados en una suerte de laptocracia teorizan, recrean, arguyen y propagan teorías y tesis que, paradójicamente , están paridas por pragmáticos y tradicionales sirvientes de derecha.
En derecho y propaganda. No es que sean tontos útiles, el ejercicio del poder les hace desahogar la retórica militancia de cafetín y bohemia que siempre les identifico; y a la vez, aprovechan para gozar esos “complejos” de pequeños burgueses que siempre perturbaron sus existencias “ revolucionarias” .
En ese juego de intereses no importan las contradicciones, los sofistas se imponen y mejor si para ello usan al sofista mayor. Carismático, recursivo, ágil, vehemente, pero sofista al fin y al cabo.
El bien y el mal, lo verdadero y lo falso depende de la perspectiva personal con que valora un hecho o situación. Hago aquí un paréntesis para reseñar sólo un hecho de estos días en Manabí: el Presidente de la República tacha de corrupto a un juez de la niñez del Guayas, por haber accedido a otorgar una garantía constitucional, medida cautelar a favor de la cooperativa Reina del Camino. El presidente aduce, para su sentenciosa acusación y desmedida violencia verbal contra el juez y la cooperativa, un aparente concepto de justicia para con los muertos y heridos, confundiendo, por ignorancia, desconocimiento, mal asesoramiento, inconsciencia o mala fe, que el juez que dictaminó esa medida cautelar no estaba juzgando las circunstancias del accidente - un juez de tránsito de Manabí debe estar en conocimiento del hecho y deberá dictaminar a futuro sobre los responsables del accidente - sino observando el anómalo procedimiento de la Comisión Nacional de Tránsito para sancionar administrativamente a la cooperativa.
En estos hechos lamentables se ha teorizado burdamente sobre justicia, equidad, legalidad, responsabilidad y autoridad, para en base a la histeria, aparentemente justiciera, inobservar la viga en ojo propio y por lo tanto eludir responsabilidades, pero sobretodo asumiendo de sí y para sí la suprema condición de todopoderoso juzgador de lo bueno y lo malo. Alguien debe decirle al presidente que es presidente y sólo presidente. No rey ni emperador.
En esos ejemplos, que se multiplican, descansan mis objeciones severas a esta última aventura plebiscitaria, donde descaradamente se intenta acaparar poderes supremos e interferir, a nombre de la ciudadanía , en otras funciones del estado, específicamente en el poder Judicial, que habiendo la necesidad de cambiarlo y mejorarlo, el remedio resultaría peor que la propia enfermedad. <