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La orgía judicial
La orgía judicial
Por: Luis Herrería
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Sábado 25 Diciembre 2010 | 00:00

La mitología griega personificó a la diosa Themis como la imagen de la justicia, que fue el equivalente romano para idealizar una virtuosa dama con sobria y recatada vestimenta.

 En su mano izquierda sostenía una balanza en donde pesaba las razones a favor y en contra para otorgar un fallo justo. En su mano derecha blandía una espada como arma simbólica que protegía la ley y la hacía cumplir. Los ojos vendados representaban la imparcialidad que debió existir en la administración de justicia, no mirando intereses particulares sino respondiendo a la solución de los problemas  que se hayan suscitado en un conglomerado social. A propósito me he referido en tiempo pasado a los distintivos que adornan a la mencionada deidad, ya que actualmente, por obra de políticos inescrupulosos, han conseguido que la justicia en el Ecuador se la pueda representar como una mujerzuela en paños menores; con una balanza para sopesar el dinero ofrecido por las partes litigantes; con un puñal amenazante contra aquel que ose no cumplir con el arreglo pactado antes de la sentencia y con los ojos bien abiertos para contar los dineros recibidos por los favores entregados. Semeja una hetaira rodeada de chulos. Ya basta de tanta hipocresía. Que no sigan hablando de que sólo existe un “desajuste” entre jueces, policías y fiscales. Que no sigan haciendo un teatro barato sobre reformas a la Constitución, porque seguramente no han entendido o se hacen los pendejos acerca de los Arts. 441 y 442 del mamotreto de Montecristi, ya que ni a Correa le interesa que se resuelva de manera exclusiva y preferente el tema delincuencial mediante un referéndum, ni los timoratos asambleístas desearían el suficiente número de votos porque sobre ellos se agita amenazante la “muerte cruzada”. Desprecio aparte merece la inexistencia de una política de Estado en donde el tema de justicia haya merecido un mínimo plan de contingencia que sirva al menos como paliativo ante la arremetida feroz de una delincuencia que se enfrenta a una ciudadanía indefensa, que abarca desde el más humilde de los habitantes de los barrios marginales, llegando la embestida criminal hasta altos oficiales de las fuerzas armadas. El problema que existe en la justicia ecuatoriana no es por falta de recursos económicos, ni por un mayor número de judicaturas, ni por espacio físico para que desarrollen sus funciones los “operadores”. El problema es de índole moral. La corrupción se ejerce a la luz del día, o a la media noche; depende de las circunstancias o de los “clientes”. El remedio a la podredumbre judicial no estriba ni en mantener a los jueces ímprobos ni en reemplazarlos por otros de igual ralea. La solución se encontrará cuando retornemos a la democracia y se logre cambiar un sistema vicioso, sin los cinismos de la “revolución ciudadana”. <
 

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