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Editorial
En tránsito el tema es la educación

Hubo quienes creyeron que las disposiciones de la Ley de Tránsito, blandas con los infractores, eran la causa de las sangrientas condiciones en que se desarrolla el tráfico en el Ecuador. En consecuencia, y en el afán de cambiarlo todo, tomaron el endurecimiento de las sanciones como la solución al problema que es una de las principales causas de mortalidad en el Ecuador

Lunes 14 Junio 2010 | 00:00

La vigencia de la Ley por más de un año ha demostrado que las penas más duras no son suficientes para lograr el objetivo. Los accidentes de tránsito continúan cegando vidas de la manera más absurda, como ocurrió en Chone, donde la acera no fue suficiente protección para cuatro jóvenes que cayeron víctimas de la irresponsabilidad de un conductor ebrio.
Es que el comportamiento al volante de un vehículo automotor o de un peatón en las calles es el resultado de la educación que haya recibido y que también debe generar la madurez suficiente y la comprensión de las circunstancias que se dan en esas condiciones.
El vehículo en movimiento genera una tremenda fuerza que puede ser controlada desde la cabina, cuando hay la serenidad suficiente para utilizar adecuadamente los mandos que están disponibles; pero, si algo, como el alcohol o las drogas, perturba esa serenidad, desaparece la capacidad de control y el vehículo es un peligro poderoso para quien lo conduce y para otros actores del tráfico.
Esa serenidad, que se pone a prueba en los momentos emergentes y que salva vidas, no es resultado de la disponibilidad de dinero para comprar un carro, ni de la posición social o económica de la familia; no depende del poder de la autoridad ni de la influencia de los políticos. Depende sólo del nivel de educación.
Por eso, hay que reconocer el esfuerzo que hace la Policía Nacional para difundir las leyes y reglamentos en la comunidad, y colaboraciones como las del Club Rotario Portoviejo,  que están llevando a las entidades públicas y privadas estas enseñanzas para que el desconocimiento de la ley no sea la excusa del conductor o del peatón para infringirla.

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