Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences el 29 de octubre de 2024 revela que la esperanza de vida promedio no superará los 100 años en el futuro próximo. Esto porque los incrementos en longevidad observados en el siglo XX se han ralentizado significativamente.
Investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison y el Instituto Max Planck analizaron datos demográficos globales para concluir que ninguna generación nacida después de 1939 alcanzará este hito en promedio, debido a la reducción de mejoras en la supervivencia infantil y adulta.
Un siglo de avances en longevidad
Durante la primera mitad del siglo XX, la esperanza de vida en países desarrollados experimentó un crecimiento notable. Según el estudio, entre 1900 y 1938, la esperanza de vida promedio aumentó de 62 a 80 años. Un incremento de aproximadamente 5.5 meses por generación. Este avance fue impulsado principalmente por la reducción de las tasas de mortalidad infantil. Pero, gracias a mejoras en la atención médica, el acceso a agua potable, mejores condiciones de saneamiento y avances en la nutrición.
Los investigadores, liderados por Héctor Pifarré i Arolas, profesor asistente de la Facultad de Asuntos Públicos La Follette de la Universidad de Wisconsin-Madison, destacan que estos cambios transformaron la demografía global. La introducción de vacunas, antibióticos y mejores prácticas de higiene pública jugó un papel crucial en este período. Sin embargo, el ritmo de estos avances comenzó a disminuir a partir de 1939.
Entre 1939 y 2000, el aumento en la esperanza de vida se redujo a entre 2.5 y 3.5 meses por generación, según estimaciones del estudio. Este cambio refleja un límite en las mejoras posibles en la supervivencia infantil, que ya ha alcanzado niveles muy bajos en muchos países.
Factores detrás de la desaceleración
El principal factor que explica esta desaceleración es la baja mortalidad infantil actual. En el siglo XX, las tasas de mortalidad en menores de cinco años se redujeron drásticamente. Esto tuvo un impacto directo en el aumento de la esperanza de vida. Por ejemplo, en 1900, una persona nacida en un país desarrollado podía esperar vivir 62 años en promedio, mientras que en 1938 esta cifra había aumentado a 80 años.
Actualmente, las tasas de mortalidad infantil en países ricos son tan bajas que las mejoras adicionales tienen un impacto limitado en la esperanza de vida general. José Andrade, estudiante doctoral del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica en Alemania y coautor del estudio, explica que “los aumentos anteriores en la longevidad fueron impulsados por mejoras notables en la supervivencia a edades muy tempranas”. Sin embargo, las mejoras en la atención médica para adultos mayores no han sido suficientes para mantener el ritmo de los avances previos.
Lo que dice el estudio
El estudio también señala que, incluso si las tasas de supervivencia adulta mejoraran significativamente, sería difícil igualar los incrementos históricos. “En ausencia de avances importantes que extiendan significativamente la vida humana, la esperanza de vida no igualará los rápidos aumentos observados a principios del siglo XX”, afirmó Pifarré i Arolas en un comunicado de prensa.
En Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la esperanza de vida promedio en 2023 es de 76 años para hombres y 81 años para mujeres. Estas cifras reflejan una ligera mejora respecto a años anteriores, pero están muy por debajo de los 100 años. Lo que algunas proyecciones optimistas del pasado sugerían como alcanzables. En otros países desarrollados, como Japón o Suiza, la esperanza de vida es más alta, rondando los 84 años en promedio, pero aún lejos del umbral centenario.
Proyecciones del estudio
El estudio proyecta que las personas nacidas en 1980 no alcanzarán los 100 años en promedio, una conclusión que se extiende a todas las generaciones posteriores incluidas en el análisis. Esta proyección se basa en datos demográficos de países con sistemas de salud avanzados, pero los investigadores advierten que los resultados podrían variar en contextos con menos recursos.
Los autores del estudio reconocen que sus proyecciones no son definitivas. Factores impredecibles como pandemias, avances médicos revolucionarios o cambios socioeconómicos podrían alterar las tendencias actuales. Por ejemplo, la pandemia de COVID-19 redujo temporalmente la esperanza de vida en varios países entre 2020 y 2022, con una caída promedio de 1.6 años en EE.UU., según datos de los CDC.
Sin embargo, las mejoras posteriores en la vacunación y la atención médica han permitido una recuperación parcial. Asimismo, innovaciones como tratamientos contra el cáncer, terapias génicas o avances en la medicina regenerativa podrían extender la vida humana en el futuro. Sin embargo, los investigadores enfatizan que estos desarrollos tendrían que ser extraordinariamente significativos para revertir la tendencia actual de desaceleración.
Implicaciones para la planificación
Las proyecciones del estudio tienen implicaciones prácticas para la planificación financiera y las políticas públicas. Una esperanza de vida estabilizada sugiere que los sistemas de pensiones, los planes de jubilación y las estrategias de ahorro personal deben ajustarse. Todo en consecuencia a una longevidad promedio de entre 80 y 85 años en países desarrollados. Esto podría influir en decisiones individuales sobre el ahorro para la jubilación, la inversión en seguros de salud y la planificación de cuidados a largo plazo.
Los gobiernos podrían necesitar reevaluar las políticas de seguridad social y atención médica para adaptarse a una población que vive más tiempo, pero no lo suficiente como para alcanzar los 100 años en promedio. Los investigadores destacan que estas proyecciones pueden servir como una herramienta para que las personas y los responsables de políticas tomen decisiones informadas.
Contexto histórico y global
El aumento en la esperanza de vida durante el siglo XX fue un logro histórico sin precedentes. En 1900, las enfermedades infecciosas, la malnutrición y las malas condiciones de vida limitaban la longevidad en la mayoría de los países. Los avances médicos y sociales transformaron este panorama, pero el estudio sugiere que hemos alcanzado un punto de rendimientos decrecientes en muchos aspectos.
En regiones menos desarrolladas, la esperanza de vida sigue siendo significativamente más baja. Por ejemplo, en algunos países de África subsahariana, la esperanza de vida promedio es inferior a 60 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas disparidades reflejan diferencias en el acceso a la atención médica, la educación y los recursos económicos, que siguen siendo desafíos clave para mejorar la longevidad global.
Perspectivas futuras
Aunque el estudio no descarta avances futuros, los investigadores son cautelosos sobre las expectativas de longevidad extrema. Tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial aplicada a la medicina o la biotecnología, podrían ofrecer nuevas oportunidades para extender la vida humana. Sin embargo, hasta que se materialicen, las proyecciones actuales indican que la esperanza de vida se mantendrá por debajo de los 100 años para las generaciones nacidas en las últimas décadas.
El estudio también subraya la importancia de mantener las mejoras en la calidad de vida. Entre ellas el acceso a la atención médica, la educación y la seguridad económica, para maximizar la longevidad dentro de los límites actuales. Los datos demográficos seguirán siendo una herramienta clave para entender y anticipar los cambios en la población global.(27)