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La difusión de los mensajes electorales en las redes sociales no suple el papel de los medios de comunicación, en la búsqueda de las respuestas a problemas puntuales y necesidades de la población.

Gran parte de la actual campaña electoral se está basando en las redes sociales. Los candidatos recurren a la tecnología y a los mensajes directos, que tienen un alto grado de penetración, sobre todo en los votantes jóvenes.
Pero, a pesar de las posibilidades de interacción que ofrecen las redes, este tipo de comunicación termina siendo, en gran medida, de un solo sentido. Las redes suelen ser manejadas por equipos de comunicación que solamente publican lo que el candidato quiere dar a conocer, sin responder a las preguntas de los ciudadanos ni de los periodistas. O, si lo hacen, escogen con quién interactuar u ofrecen respuestas ambiguas.
Los votantes deben tener claro el pensamiento de los candidatos, y para ello hay que cuestionarlos. Eso es fundamental en una sociedad democrática.
Ante una campaña atípica, cubierta por la tecnología y con una pandemia que arrincona a los candidatos y los aleja del público, es saludable que se generen debates que respondan a la necesidad de los votantes de conocer qué propone el candidato. Los periodistas y los medios de comunicación tienen en ello un papel decisivo.