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 Los desafíos de la universidad del siglo XXI se ven magnificados al aparecer el COVID y el confinamiento, que si bien nos presenta una nueva realidad, también nos recuerda las herramientas que debemos seguir trabajando para poder fortalecer la educación superior.

En nuestra universidad, la Universidad Técnica de Manabí, ha quedado demostrado que la educación pública y en provincia, puede y debe ser una educación de calidad y excelencia, pues cumple el doble reto de preparar para el desarrollo provincial y local, pero también debe formar profesionales que compitan a nivel nacional e internacional. Ese ha sido el trabajo que se ha venido desarrollando mirando las exigencias de la academia y las necesidades de las y los estudiantes.
Por esto, se hace necesario que las autoridades nacionales entiendan que el presupuesto para la educación es una de las inversiones prioritarias que debe tener el Estado; pues es conocido que la educación es el camino al desarrollo. No solo se forman profesionales en las universidades, sino también emprendedores y emprendedoras.  
Formar emprendedores es una tarea a veces más parece una utopía, pues para emprender no solo es necesario visualizar y organizar un negocio, sino tener una actitud de aventurarse más allá de las comodidades y estabilidad que un empleo da a las personas; por este motivo, en las universidades la formación personal debe incluir talleres de crecimiento y fortalecimiento personal. 
El COVID nos hizo reencontrarnos con las herramientas de la virtualidad, ya no exclusivamente como apoyo. Las y los docentes recibimos capacitaciones para trabajar en confinamiento, en Manabí con un doble reto: lograr realizar el trabajo y las metas académicas y hacerlo con una población que no tiene el acceso óptimo a las redes y a los dispositivos necesarios. Por este motivo la UTM optó por el sistema virtual asincrónico. 
Los paradigmas dentro del aula cambian sin retorno, el docente no es quien más sabe y solo transmite el conocimiento. Ahora es imperativo un líder que guíe a los estudiantes en la captación del conocimiento, con capacidad de aceptar críticas; además de enseñar a investigar. 
Uno de los desafíos básicos es la humanización de las instituciones de educación superior, convertirlas en espacios de respeto e interés por las personas. Las y los docentes debemos estar conscientes de las limitaciones, orígenes, necesidades y realidades de nuestros estudiantes. Y, de manera transversal formar personas que aprecien y entiendan la diversidad, logrando que la universidad sea el baluarte de los derechos humanos. 
 
María Soledad Vela Cheroni