Operación Triunfo se ha convertido en un arma de propaganda gay, ignoro si a propósito o no. Mientras mis hijos contemplaban, menos pasmados que yo, el beso ardiente y prolongado, recreado hasta el detalle por el cámara, y jaleado convenientemente por el público, con el que el "novio" de un concursante gay recibió a su héroe, decidí darme de baja del concurso. No veo por qué los efluvios pasionales "homo" deben de ser restregados ante la audiencia que en su mayoría no comparte la atracción por personas de su mismo sexo.