Palma, quien estudió en la escuela de educación artística de la Universidad Técnica de Manabí, toca la guitarra, quena, bombo folclórico y charango. Cuenta que fue en la universidad donde hizo sus primeros pininos formando un grupo de música folclórica llamado Candil, pero su pasión, la dirección coral, llegó en 1996 por encargo de Sarita Capote, quien era la directora del coro de la Universidad Vicente Rocafuerte. “Era mi maestra y me recomendó para el puesto que ella tenía que dejar”, manifiesta Palma, quien no niega que sintió temor por su juventud, pero tuvo en su hoy esposa y también músico, Sofía Campos, un apoyo fundamental en su vida. De allí en adelante la música se convirtió en el fuerte de su vida. “Me di cuenta que quería vivir de la música y gracias a Dios lo he logrado”, comenta. Hoy dirige los coros de la Universidad San Gregorio de Portoviejo y de Solca, y según él, la actividad coral ha crecido mucho en Manabí. La razón, de acuerdo con el músico son los conservatorios de música. “Ahora hay lugares donde los niños y jóvenes puedan formarse académicamente en la música”, manifiesta Palma. Falta de tiempo Pero también hay puntos en contra para esta actividad. “Los jóvenes de la universidad San Gregorio, por ejemplo, tienen toda la voluntad, pero carecen de tiempo, ya sea por las clases o por trabajo”. Pese a ello, el director coral no desmaya en tratar de nutrir este coro. “En unas semanas haremos una convocatoria para que se sumen más estudiantes que lógicamente tendrán la media beca por colaborar con el coro”, acota. Agrega que para pertenecer a un coro, no se necesita tener una voz extraordinaria, melodiosamente hablando. “Lo que se requiere es afinación y si hay potencial hasta eso se puede pulir”. Palma recomienda a quienes quieran ingresar a un coro, que se preparen también académicamente. “De esa manera tendremos artistas más completos”, puntualiza.