Es que solo quienes logran excedentes pueden generar recursos y aportar al estado para su mantenimiento y los que no lo tienen, sencillamente no pueden pagar impuestos. Sabiendo esto ¿qué debe hacer un gobierno de derecha, izquierda o de centro? Implantar un esquema impositivo moderno que a la vez que recauda no incurra en el gravísimo error de desalentar a los que  arriesgan en el mundo de los negocios porque a ellos  hay que cobrar después. Por lo tanto hay que crear condiciones en el país para que el mayor número de personas puedan emprender actividades que les generen utilidades gravables.  Los asambleístas del gobierno deben entender entonces que si el gobierno busca incrementar las recaudaciones, su tarea  es aprobar una reforma tributaria que aliente la creación de empleo a través de la inversión y no que la deprima, que estimule a los ecuatorianos a  generar riqueza  en el país y no que los ahuyente.  Pero el gobierno  además debe  entender que los recursos públicos son por naturaleza escasos, nos los puede dilapidar y que para pedir más dinero por parte de los contribuyentes,  para tener la autoridad moral de solicitar un incremento de impuestos, debe poner de su parte. Y ¿qué es lo que se ve? Que la burocracia sigue viajando por el mundo, que presiona, y el gobierno la ha complacido, por nuevos y mayores salarios, que su número se ha incrementado, que  los servicios públicos, en el mejor de los casos, son de la misma calidad que en el gobierno anterior y que si el ciudadano desea algo de calidad razonable tiene que pagarlo y por eso se paga por seguridad, por educación, por atención médica, por transitar las vías.  Entonces uno se puede preguntar ¿para que sirven los impuestos?   De manera  que el estado, además de cobrar tributos razonables a través de un andamiaje legal justo, sin excesos, también debe hacer lo suyo para que le alcance lo que recauda a cumplir con sus obligaciones. Es decir sus gastos tienen que ser ordenados, que respondan a la realidad de la economía ecuatoriana. No se puede incrementar sueldos a la burocracia, por ejemplo,  sólo porque se prometió en campaña electoral. No, nada de eso. Hay que hacer como gobierno lo que hace una ama de casa con el presupuesto familiar, decía la ex primera ministra de Inglaterra Margaret Thatcher: observarlo estrictamente para que todos coman.  En las manos de los asambleístas está, por tanto, hacer una reforma tributaria que cambie al país: con mas emprendedores, con más empleo, con más riqueza o lo contrario: elevar tanto los tributos que mande a la gente a correr y a miles al desempleo.