El Parlamento español dio un golpe a la falange. Condenó los cuarenta años del franquismo y sus “ilegítimos tribunales militares, encarcelamientos y ejecuciones de cientos de sus enemigos” durante la Guerra Civil desde 1936 hasta su muerte en 1975. Desde los bancos escolares de mi añorado Cristo Rey de Portoviejo, aprendí a respetar el nombre del caudillo.